• El verdadero enemigo es el egoísmo
El sentido de la Creación conocida surge del libre albedrío de las conciencias individualizadas. El libre albedrío está en el sustrato mismo de la Creación.
La Creación refleja una gran racionalidad en las leyes que rigen su funcionamiento; una economía y simplicidad bella en su estructura lógica, además de belleza en su derroche estético; y el amor como su fuerza más sublime. Estos atributos de la Creación no son resultado del azar, sino que provienen del principio increado. Esta realidad se puede experimentar en las profundidades de la contemplación (teología experimental).
El principio increado del que surge el impulso creador es el amor, la unidad individida. La idea creadora arranca basada en la dualidad amor-desamor (unión-separación). De tal manera que el amor pueda crecer mediante el libre albedrío de las conciencias individualizadas en las elecciones de unión y retorno o desunión y separación.
Elección y aprendizaje. Esto significa que cada persona, en su cotidianidad, toma decisiones en las circunstancias de su vida. Incluso, desde esta perspectiva el pasado no es inmutable, sino que cada persona puede reinterpretar su pasado si aprende lecciones derivadas de sus acciones anteriores. Por lo tanto, el libre albedrío ocurre en un continuo donde el presente incluye el pasado y se proyecta hacia el futuro en un abanico de posibilidades de elección y aprendizaje.
El futuro y el pasado no se pueden elegir, pero sí la forma en que reaccionamos ante los acontecimientos. Las personas humanas en sus decisiones optan por cursos de acción y revisiones conscientes o implícitas de su historia personal dentro de un conjunto infinito de combinaciones con mayor o menor predominio del amor.
De cursos de acción basados fuertemente en el amor devienen el gozo y la paz. Del egoísmo, la ansiedad e inseguridad. La ansiedad, a su vez, dispara nuevas acciones de desamor, tales como el deseo de controlar, dominar o los comportamientos autodestructivos. Por el contrario, de la paz interior se desprenden acciones compasivas. Son espirales de evolución o involución espiritual.
Termómetro interior. El gozo interno se convierte en el termómetro interior inconfundible del crecimiento espiritual, entendido este como el predominio creciente del amor en las decisiones personales de acción o reacción ante el acontecer cotidiano.
Existe, por lo tanto, una moral interior. Este barómetro permite corroborar los códigos morales externos de origen judeo-cristiano, así como de otras religiones importantes. A su vez, estos códigos externos previenen contra el autoengaño al que somos tan propensos.
El crecimiento espiritual y la paz interior van de la mano con el fortalecimiento moral. En definitiva, el crecimiento moral significa optar por apreciaciones y acciones crecientemente compasivas. A su vez, el crecimiento moral acarrea mayor libertad. Es la experiencia y el gozo de la libertad y del significado de la vida al enfrentar al verdadero enemigo: el egoísmo.
La Nación, 26 de febrero de 2003