miércoles, 22 de diciembre de 2010

Aprendamos de las madres

Lo extraordinario del amor de madre es el heroísmo cotidiano

No conozco fuerza más grande que el amor de madre, capaz del máximo heroísmo. Circunstancias dramáticas, en general, invitan al heroísmo, aquel que antepone la vida y el bienestar de un tercero antes que la vida propia. Lo extraordinario del amor de madre es el heroísmo cotidiano. Aquel que se entrega sin pedir nada a cambio, sin cálculos autocentrados, día a día, sin dramatismo, sin nada extraordinario, sin adrenalina, en el anonimato. Ese es el amor de madre, la fuerza más grande porque no desfallece ni pide condiciones ante la adversidad pertinaz. Combina la resistencia del maratonista con la explosividad del velocista en el maratón de la vida. Cuando amemos al prójimo como las madres aman a sus hijos, ocurrirá una revolución milagrosa en la humanidad. La fuerza más grande sería la base de las relaciones humanas.

En este Día de la Madre debemos rendir homenaje a esas mujeres en condición de pobreza extrema que no desfallecen ante la adversidad para sacar a sus hijos adelante, heroísmo impresionante.

El cuadro es familiar. Un barrio capitalino, del frente de calle se ven unos cuatro o cinco ranchos. Se descubren trillos que dan acceso a más y más ranchos. Esas miradas sufridas y que, sin embargo, no han perdido su brillo; esas miradas quedan grabadas. Predominan las madres y sus pequeños. Rayos de esperanza, aunque no quieren ilusionarse, pues su vida anterior les ha jugado muchas malas pasadas. Impactan los olores, el acre de aguas negras que discurren a vista y paciencia, así como el humo de basura que se quema. Esos olores quedan con dolor en la memoria olfativa. Los adolescentes de mirada perdida y cuerpo destruido, ¿los perdimos para siempre? El paisaje de latas de zinc oxidadas y tablas semipodridas, cables que cuelgan y que solo un milagro explica que no haya incendios todos los días, y detrás de la tapia alta, también visibles, los condominios de lujo, habitados por quienes, gracias a la globalización, tienen las mayores posibilidades de consumo suntuario en la historia de la humanidad. El contraste brutal producto de la indiferencia de una sociedad que no recuerda su norte solidario y hace de un simple TLC su drama existencial.

Pero todo se resume en la mirada de aquella madre, recientemente desalojada por un juez. Aparentemente, un precarista logró desalojar a 38 familias, también precaristas, de un terreno del Estado. Ella vive hoy arrimada en el rancho de su madre, de un solo cuarto, suspendido en la margen de un río sucio, pero muestra con orgullo su lindo bebé de un mes, limpiecito, bien vestido, y el mayorcito de 7 años, lindos ojos verdes como su madre, limpio y educado. En medio de la miseria, esa madre exhibe esa fuerza tan grande del amor por sus hijos, que no desfallece a pesar de que en su vecindario se vende y consume la droga, a la espera de que la caridad organizada le brinde una mano para que sus hijos salgan adelante.

Falla de la sociedad. La pobreza extrema es un asunto de exclusión social en que la sociedad falla en suministrar los servicios básicos, que luego cobra cuando los excluidos tratan de incorporarse a la actividad económica y social. Las políticas sociales selectivas se pueden diseñar precisamente para remover esos factores de exclusión social, para que, en un marco de crecimiento económico, se pueda erradicar la pobreza. Es ciertamente un asunto de voluntad.

En este Día de la Madre, debemos aprender todos la lección, la que ellas cotidianamente nos brindan, y tomar la decisión, como sociedad, de tender la mano a esas madres que padecen pobreza extrema, para hacerles realidad su sueño de una vida digna para sus hijos.

La Nación, 15 de agosto de 2007

Nuestro subdesarrollo

La región latinoamericana no logra acelerar su paso hacia el desarrollo

Subdesarrollo es un concepto relativo que aplica a un país o región que no alcanza determinados niveles económicos, sociales o políticos. En la literatura sobre desarrollo económico, normalmente se utiliza para diferenciar los niveles económicos, sociales e institucionales entre un conjunto de países ricos o desarrollados y otro conjunto de países subdesarrollados o, para usar terminología menos fuerte, “en vías de desarrollo”. El problema es que la mayoría de los países subdesarrollados parecen estar atrapados en ese estadio.

Desde luego que medir el desarrollo es sumamente complejo. En este artículo, utilizo la medida más simple, el ingreso per cápita, la cual es fuerte para medir tendencias, permite comparaciones, pues las metodologías de cálculo, con todas sus limitaciones, son comparables y está fácilmente disponible. El desarrollo entonces podría definirse como un proceso de convergencia de un país o región hacia los niveles de ingreso per cápita de los países desarrollados. La divergencia creciente denotaría un mayor subdesarrollo y también sería posible una situación de estancamiento en la cual es país no modifica su situación relativa.

Para medir al conjunto de países desarrollados, se puede tomar a los miembros de la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo (OCED), excluyo deliberadamente a México y a Corea de esa asociación. Si se compara el PIB per cápita de Costa Rica con el promedio para los países de la OCED, y se utilizan promedios por década para evitar movimientos de corto plazo, resulta que el PIB per cápita de nuestro país representaba alrededor del 18% del promedio de la OCED en las décadas de los sesenta y setenta y se mantiene alrededor del 15 % en las tres décadas siguientes. Es decir, Costa Rica mantiene una situación de estancamiento en los últimos treinta años y una divergencia si se consideran cincuenta años. En todo caso, no hay evidencias de convergencia. Es decir estamos estancados en nuestro subdesarrollo.

Otros países de América Latina han vivido una situación más dramática. Argentina pasó de superar el 50% del ingreso per cápita promedio de la OCED en la década de los sesentas a menos de 30% en la presente década. Venezuela, por su parte, cae de superar también el 50 % en los sesenta a alrededor de un 18% en la década del 2000. Chile, que presenta una de las mejores tasas de crecimiento de la región, muestra una pequeña tendencia hacia la convergencia en las últimas cuatro décadas; no obstante, apenas logra recuperar la posición que tenía en los años sesenta, todavía por debajo del 20%.

En resumen, ni Costa Rica, ni los demás países de América Latina, evidencian un proceso de convergencia sostenido hacia los niveles de ingreso de los países desarrollados. A pesar de todas las reformas implementadas, de diverso signo ideológico, la región latinoamericana no logra acelerar su paso hacia el desarrollo, mientras que algunos países incluso aumentan sus niveles de subdesarrollo relativo.

La convergencia es posible. Un grupo de países, pobres en los años cincuenta, han vivido procesos de convergencia. Esto es, han logrado tasas de crecimiento sostenidas significativamente superiores (más de 10%) a las de los países ricos. Incluye países tan diversos como Corea, Malasia, Singapur, España, Irlanda y Finlandia.

Las interrogaciones son muchas y se imponen: ¿qué hemos hecho mal? o ¿qué hemos dejado de hacer?, entre otras, y serán motivo de futuras reflexiones.

La Nación, 23 de setiembre de 2010

El Consenso de Washington y Costa Rica

Es falso que el Consenso de Washington pueda ser equiparado con una revolución neoliberal

En este artículo se argumenta, primero, que es falso que el Consenso de Wash-ington pueda ser equiparado con una revolución neoliberal. En segundo lugar, que América Latina no podía continuar con su modelo de desarrollo, el cambio era ineludible. Tercero, que el Consenso se ha implementado solo parcialmente en Costa Rica. Cuarto, que la aplicación selectiva de reformas ha resultado en perjuicios para el crecimiento de la producción y la distribución del ingreso en detrimento del empleo de trabajadores y clase media; y, finalmente, se deja planteado que la agenda del Consenso no es completa.

El término Consenso de Wash-ington lo acuñó el investigador John Williamson, en 1989, como un intento de resumir las políticas que necesitaba América Latina para recuperar su dinamismo económico luego de la crisis de la deuda a inicios de la década de los ochenta y sobre las cuales había cierto consenso en Washington. El modelo de desarrollo que había seguido América Latina había hecho crisis irremediablemente.

La sustitución de importaciones y los intentos del Estado empresario habían encontrado sus límites. Estos se agravaron con los aumentos de precios del petróleo de los setentas, que, a su vez, dieron un nuevo oxígeno, pues el exceso de liquidez disponible encontró una demanda voraz para el financiamiento de los déficits fiscales y comerciales, hasta que estalló la crisis de la deuda externa. La reforma estructural devino inescapable.

Las instituciones de Bretton Woods (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional) cobraron un nuevo dinamismo en el apoyo a la reforma. La síntesis de Wil-liamson refleja el pensamiento de entonces de esas instituciones. No obstante, algunos cuestionamos que el rescate parecía más dirigido hacia los bancos que a los países. Se pretendían ajustes que protegían el valor nominal de las deudas. Con el tiempo, el mercado terminó imponiéndose y las deudas externas se depreciaron como parte también del ajuste.

La ofensiva política neoliberal se asociaba más con los Gobiernos de Reagan y Thatcher, cuya agenda incluía monetarismo, economía de la oferta (“supply side economics”), un Estado reducido a su mínima expresión y privatizaciones. De esto únicamente las privatizaciones aparecen en el Consenso.

En su definición original, el Consenso incluía diez puntos: 1. disciplina fiscal; 2. reordenamiento de las prioridades del gasto público; 3. reforma tributaria; 4. liberalización de las tasas de interés; 5. tipos de cambio competitivos; 6. liberalización de las entradas de inversión extranjera directa; 7. liberalización comercial; 8. privatización; 9. desregulación; 10. promoción de derechos de propiedad.

Implementación de las reformas. Gran parte de las reformas del Consenso no se han adoptado en el país y son parte de las limitaciones al crecimiento y la estabilidad. La implementación parcial de la reforma ha tenido altos costos, en particular, destaca la falta de una reforma fiscal (reformas 1, 2, y 3).

El costo se paga por el lado del crecimiento con inestabilidad recurrente y necesidad de estabilizaciones; por inflaciones altas imbatibles, las cuales con causa de creciente desigualdad social; y limitaciones al gasto público, las cuales han debilitado un ataque frontal a la pobreza y han impedido importantes proyectos de infraestructura. Por su parte, las reformas 4, 5, 6 y 7 se han ejecutado con éxito. Es decir, se crearon las condiciones para el desarrollo de los sectores exportador y financiero.

Si bien esto ha generado dinamismo económico, este ha sido parcial, con consecuencias distributivas regresivas y ha limitado los mecanismos de movilidad social a disposición de los trabajadores y clase media. En cuanto a las privatizaciones, el elemento más ideológico del Consenso, se ejecutaron las referidas al Estado empresario en torno a Codesa, pero no en energía, telecomunicaciones, infraestructura, etc.; incluso las reformas más moderadas de apertura de monopolios y asociaciones público-privadas siguen encontrando obstáculos.

La desregulación de trámites y barreras de entrada es agenda pendiente, así como la promoción de derechos de propiedad. Es decir, tampoco se han implementado reformas que beneficiarían a productores para el mercado doméstico y en particular a las mypimes.

El Consenso de Washington incluía muchas medidas de sentido común, algunas quizás olvidadas por los excesos del estructuralismo latinoamericano, por ejemplo, en lo referido a la inflación; pero, en general, el Consenso no constituía la agenda ideológicamente cargada que algunos pretenden. Incluso, se puede argumentar que su aplicación parcial en Costa Rica, si bien ha generado dinamismo económico, también ha redundado en privilegios para los exportadores y sector financiero, pero sin que el Estado haya podido implementar gastos e inversiones para un desarrollo más equilibrado en lo sectorial y territorial, y equitativo en lo social.

Algunas de las limitaciones que tiene Costa Rica en su estabilidad macroeconómica, para mantener tasas elevadas de crecimiento sostenido y para combatir la pobreza y la desigualdad, tienen su origen, al menos en parte, en la falta de implementación de algunas recomendaciones básicas del Consenso de Washington.

Queda pendiente discutirse, además, si la agenda del Consenso es suficiente para lograr el desarrollo o si queda debiendo, y si en esas omisiones puede haber consecuencias también para el crecimiento y la distribución del ingreso.

La Nación, 4 de octubre de 2010

Nuestra Caja

Debemos cuidar y fortalecer nuestra Caja, es la joya y pilar de la democracia social


Los habitantes de este país tenemos acceso a servicios médicos y hospitalarios de primer orden. Este es un activo nacional invaluable y un baluarte de la solidaridad real, expresada como oportunidades de salud para todos.

Ingresé al Servicio de Emergencias del Hospital Calderón Guardia con dolor en el pecho. Lo que siguió fue una cadena de aciertos médicos que probablemente salvaron mi vida; pero también experiencias humanas que se quedarán conmigo.

Luego de determinar que no se trataba de un infarto, me dejaron en observación. Durante esas largas horas de espera, me senté al lado de una persona amable. Hicimos una amistad rápida y fácil. Hablamos de todo, de política, del servicio público, de economía, la familia, de la vida, los hijos, en fin, una conversación amena y tranquila, mientras nos hacían electrocardiogramas y otros exámenes. Ninguno de los dos fue dado de alta. Nos dejaron internados para más exámenes y observación. Esa noche fue la última de Mario. A pesar de la mejor atención médica, tuvo dos infartos fulminantes. Su esposa, Ana Virginia, conversa frecuentemente con mi esposa Gloria.

Había una explicación confirmada de mi dolor de pecho: una esofagitis.

Sin embargo, los médicos no se dieron por satisfechos, a pesar de resultados negativos de múltiples exámenes. Finalmente, un medio de contraste radioactivo, mediante un “scan”, dio positivo. Un cateterismo permitió el diagnóstico certero, tres arterias coronarias bloqueadas. Recomendación: bypass triple.

En la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) tuve varias experiencias positivas, en contraste con mis experiencias hospitalarias en otros países. Destaco la presencia médica permanente y visitas periódicas de equipos de especialistas rodeados de sus estudiantes avanzados, diagnósticos y estrategias en revisión constante; y la cantidad de enfermeras, asistentes y auxiliares, quienes en definitiva son los que curan, pero lo más sorprendente, su trato humano, buen humor y disposición al servicio. Cuando se padece dolor y mucho malestar, esto valora todavía más que en otras circunstancias.

Amistades. Cuando ingresé a la UCI conocí a Pastor, quien estaba próximo a irse a su casa en Guápiles, iba adelante en el mismo proceso que yo apenas iniciaba y amablemente me guió y dio consejos sobre lo que me esperaba. Hicimos amistad, como también lo hicieron nuestras familias. Ahora nos hablamos por teléfono para comparar notas sobre la evolución de nuestra salud. Tenemos pendiente visitarnos a nuestras casas a tomarnos un cafecito.

Conocí mucha gente especial. Las hermanas Montoya me prestaron un vestidito que había engalanado a nuestra Virgen de los Ángeles para que me acompañara la noche anterior a mi operación. Su hermano había sido operado dos días antes que yo.

Acudí a mi primera visita a consulta externa luego de la operación. El esfuerzo de llegar hasta los consultorios me dejó descompuesto. Un señor, también de apellido Rodríguez, al verme, le preguntó a Gloria si yo había sido operado de corazón, como él. Tres meses después, ya manejaba su propio carro. Nos contó su caso. También le descubrieron una enfermedad coronaria asintomática como la mía a raíz de un malestar que sintió. Evidencia de que los aciertos de diagnóstico como en mi caso, no son extraordinarios, sino que se repiten en este centro hospitalario gracias a la calidad de sus médicos y equipos.

Debemos cuidar y fortalecer nuestra Caja, es la joya y pilar de nuestra democracia social.

La Nación, 3 de mayo de 2010