- Ya no se discute que mayor crecimiento se asocia con disminución de la pobreza
Una revisión de la literatura indica áreas de consenso por la suficiente evidencia empírica acumulada en cuanto a las políticas públicas vinculadas con el crecimiento y la igualdad. En primer lugar, ya no se discute que un mayor crecimiento se asocia con una disminución de la pobreza. Una segunda proposición, generalmente aceptada, es que a mayor desigualdad inicial, menor es la reducción de la pobreza que provoca el crecimiento y, en general, cuanto mayor es la desigualdad, menor tiende a ser el crecimiento. En conclusión, equidad y crecimiento tienen muchas interrelaciones entre sí y, por lo tanto, el divorcio entre políticas económicas y sociales no tiene sentido. Debe haber un conjunto de políticas coherente que tiendan a promover simultáneamente el crecimiento y reducir la desigualdad.
Entre las razones, con fundamento estadístico, por las que a mayor desigualdad hay menor crecimiento, se encuentran la existencia de una correlación directa entre desigualdad y conflicto y violencia, y entre violencia y niveles de inversión. Los niveles absolutos de pobreza en una sociedad no se correlacionan con el nivel de crimen y violencia. Es la desigualdad la que se correlaciona de una manera significativa con violencia y criminalidad. En la medida en que un estrato importante de la población se autopercibe como relativamente desfavorecido, se generan actitudes más agresivas.
Fallas en provisión. Está demostrado estadísticamente que las fallas del Estado son regresivas. Es decir, cuando el Estado falla en la provisión de bienes públicos (en donde le corresponde estar), genera un efecto negativo en la distribución del ingreso. También se asocia mayor igualdad con una mejor capacidad de manejar desastres naturales y perturbaciones económicas: mayor educación y madurez institucional significan una mejor capacidad de manejar desastres naturales y perturbaciones económicas.
Desde el punto de vista de la economía política, uno de los temas a considerar es la percepción sobre cuán justa es la distribución del ingreso. Cuando la percepción indica que la distribución del ingreso es injusta, existe, en principio, una actitud proclive a aceptar políticas redistributivas. La encuesta Latino-barómetro del 2001 señala que solo el 18% de los costarricenses cree que la distribución del ingreso es justa, o muy justa, lo cual es un resultado parecido para países muy desiguales como Brasil, Guatemala y El Salvador. Así, existe una percepción entre los costarricenses de que la distribución del ingreso es injusta, y esto podría dar pie a una actitud favorable hacia un planteamiento coherente de redistribución del ingreso.
Buena inversión. Los casos más exitosos de políticas sostenidas de las políticas de reducción de la pobreza y, consecuentemente, reducción de la desigualdad, combinan programas "focalizados" de transferencias condicionadas, dirigidos a combatir la pobreza extrema y sus mecanismos de transmisión intergeneracional (por ejemplo: subsidios a las madres a cambio de que dejen a sus niños en la escuela un tiempo mayor), con políticas universales que garanticen el acceso a la educación, la salud y la seguridad social. Otro resultado interesante, con validez estadística, es precisamente que, cuando ocurre una redistribución del ingreso que ocasiona una reducción de la pobreza, esto se asocia significativamente con un mayor crecimiento. O sea, es una buena inversión invertir en reducir la pobreza.
Debemos recuperar la discusión de las políticas públicas a partir de una visión global en torno al crecimiento y la equidad con base en la evidencia empírica, en contraste con la situación actual, dominada por los planteamientos parciales a partir de los intereses particulares de los grupos de presión. Ya es hora de que la revisión de las políticas de ingresos y gastos públicos recupere el norte del bien común.
La Nación, miércoles 27 de julio de 2005