lunes, 24 de agosto de 2009

La gobernanza de Costa Rica

El liderazgo político debe partir de una visión del país futuro

La capacidad de gobernar este país ha venido en picada durante la última década. Muchos de los adultos jóvenes solo tienen memoria histórica de este periodo y de ahí su frustración, apatía y desencanto con la política, los políticos y los partidos tradicionales. Los mayores ven con tristeza cómo el país se entrampa, pierde el norte y la capacidad de decidir su rumbo. Para colmar la desesperanza, las evidencias de corrupción estallan a los más altos niveles. Este país tan especial puede irse al despeñadero sin una recuperación de buena gobernanza. La acción de gobernar debe partir de una visión y requiere capacidad de implementación.

El liderazgo político debe partir de una visión del país futuro que se desea construir, las políticas públicas necesarias y los requisitos para asegurar su implantación. A partir de esa visión, el líder político y su grupo, que lograron capturar la imaginación y apoyo del electorado, deben concretar las políticas de Estado. Esto significa negociar, particularmente en el Congreso, aquellas políticas y cambios institucionales que los trascenderán porque son la clave del futuro. Democracia significa gobierno de la mayoría. El cambio deberá darse por acuerdo de mayorías construida sobre la base de esa visión de futuro.

Enemigos del cambio. Quienes exigen el consenso para apoyar el cambio son los enemigos del cambio porque quieren proyectar sus prebendas y prejuicios al futuro. El liderazgo político, que se plantee un cambio importante, deberá enfrentar la oposición de los interesados en mantener el statu quo. La democracia, para ser dinámica, requiere tener la capacidad de cambiar sus políticas públicas acorde con una visión de futuro compartida. Autoritarismo es oponerse al deseo de las mayorías y quienes lo logran detentan el poder de hecho, en violación del principio de convivencia democrática. La última década se ha caracterizado por la ausencia de políticas de estado enraizadas en una visión de cambio modernizante y a tono con los desafíos de la revolución tecnológica en marcha acelerada. Los intentos de cambio han sido más bien aislados y sin una explicación clara de su pertinencia, por lo que han terminado siendo saboteados o detenidos por las fuerzas que quieren proyectar hacia el futuro el presente o, incluso, hasta el pasado.

Una segunda dimensión de la capacidad de implantar políticas de estado que diferencia a las sociedades de desarrolladas de las subdesarrolladas es el deslindamiento claro de los espacios políticos de los técnicos. Una vez ocurrida la negociación política, particularmente entre los representantes electos de los ciudadanos (poderes ejecutivo y legislativo) en diálogo también con las organizaciones representativas de la sociedad civil, la ejecución de las políticas públicas debiera ser un desafío técnico. Así es en las sociedades desarrolladas. En el subdesarrollo, por el contrario, la política vuelve a emerger en diversos momentos de la implementación de las políticas. Las leyes también tienen debilidades de aplicación que impiden la justicia pronta y cumplida. Ante estos déficit institucionales, los grupos de interés vuelven a la carga y capturan el actuar del Estado en sus funciones ejecutivas y judiciales, con lo que se debilita la posibilidad de tener políticas de Estado perdurables.

Implementación técnica. En la última década, el Estado costarricense, lejos de avanzar en la consolidación técnica de la capacidad de ejecución, se ha debilitado. Se han introducido más espacios de intervención política en los campos que debieran ser de implementación técnica. Al aumentar los déficit institucionales, se debilita la capacidad de tener políticas públicas con racionalidad de promover el bien común. Pero, además, prácticamente se impide el cambio democrático. El llamado "filibusterismo" ocurre en todos los niveles. Se puede violentar así la voluntad democrática en múltiples instancias. Quienes desean asegurar la aplicación de la voluntad mayoritaria viven un proceso permanente y desgastante de infinita negociación política.

En esta hora singular de la historia nuestra, llamada a ser punto de inflexión y desafío generacional para los jóvenes adultos, quienes constituyen la mayoría electoral, demanda la participación política de todos en la construcción de una visión del futuro que queremos en un entorno cambiante de manera acelerada. Líderes políticos y partidos deberán medirse por esta capacidad de propuesta y de integración de la amplia participación. Los valores de solidaridad, equidad de oportunidades, igualdad ante la ley y libertad deberán conjugarse en una visión y propuesta programática. Esta propuesta deberá especificar el cambio en las políticas de Estado e instituciones que la harían posible y el fortalecimiento institucional que llene los déficit de implementación, con el objeto de que la política se limite a su ámbito propio, y lo técnico recupere su espacio.

La Nación, 5 de setiembre de 2005