martes, 17 de noviembre de 2009

Realismo mágico y política

No habrá desarrollo sin los valores científicos como activo cultural generalizado

La política como arte de lo posible, requiere ver el camino del futuro e ilusionar y convencer a un grupo suficientemente grande de seguidores para contar con el apoyo necesario. En tanto que ciencia, demanda un acertado conocimiento de la realidad y de sus factores de cambio. En tanto que arte, exige transmitir un mensaje y construir una coalición capaz de edificar el futuro posible. Pero el punto de partida no puede ser otro que la realidad misma.

En América Latina, el discurso político no siempre se asienta en la realidad. Con frecuencia está ausente el rigor en el análisis y en las premisas mismas sobre la situación por transformar.

Este divorcio entre el discurso político y la realidad ha sido capturado por la literatura del realismo mágico, movimiento literario esencialmente latinoamericano. Responde a esa realidad muy propia. Pero es esa realidad la que debemos superar si queremos el desarrollo de nuestros pueblos.

Realidad contradictoria. En las décadas de los veinte y treinta del siglo pasado, los artistas europeos exploraban el subconsciente y el inconsciente en el movimiento surrealista de sueños y fantasías. Artistas latinoamericanos viajaron a Europa para unirse al movimiento, pero al regresar a la región, descubrieron que esa realidad, la cual buscaban en estados psicológicos, se encontraba, de distinta forma, en sus propias culturas, en una dualidad no superada, a pesar de su aparente contradicción: el mundo tecnológico-científico coexiste con la cultura de la superficialidad, superstición y la fantasía.

Gabriel García Márquez lo expresó claramente: “mi problema más importante era destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece fantástico. Porque en el mundo que trataba de evocar, esa barrera no existía”.

El realismo mágico es nuestro mejor retrato. En una cultura impregnada de realismo mágico, lo fantástico y la tecnología cohabitan, y las realidades políticas y culturales viven esas dualidades.

Latinoamérica sigue inmersa en su confusión, sin enfrentar científicamente su realidad, sin valorar el rigor en la expresión y el análisis, sin ponderar adecuadamente la evidencia empírica y, por lo tanto, dispuesta a aceptar mitos sobre sí misma como si fuesen verdades científicas.

Muchos políticos son expertos en navegar esas aguas, por lo que mitos, realidades y fantasías se conjugan en su discurso mágico. Su audiencia se deja embaucar, ajena a falacias, contradicciones y afirmaciones sin evidencia.

Los sesenta y setenta vieron una explosión de la literatura del realismo mágico, período que coincide con las dictaduras y sus infinitas manipulaciones de la palabra para distorsionar los hechos.

Hoy, el realismo mágico no es particular de las dictaduras. Palabras con connotaciones fantasiosas igual sustituyen el análisis de la realidad. El discurso fantástico hace soñar con soluciones mágicas, pero sin asidero.

Ejemplos contemporáneos de esto son los vocablos neoliberal y privatización, los cuales se presentan como la antítesis dialéctica del crecimiento con solidaridad.

Etiquetas ideológicas. De tal manera que si se detienen los procesos de privatización y se expulsa del poder a los neoliberales, se alcanza la solidaridad.

Pero nunca se definieron neoliberalismo ni privatización, ni se demostró su existencia, y menos, el salto lógico que su negación produciría prosperidad y solidaridad.

El análisis sustituido por etiquetas con alta carga ideológica emocional. La denuncia con propósito de reforma del statu quo debe partir de hechos comprobables, no de lanzar etiquetas descalificadoras.

El realismo mágico ha producido premios Nobel de Literatura para la región, y sus novelas son fuente obligada para los estudiosos no solo de las letras, sino, también, de las realidades políticas y sociales.

Pero todo esto debiera servir para superar la limitación para el desarrollo que tal forma de entender la realidad significa.

El rigor de expresión y pensamiento, demandar evidencia suficiente y el análisis lógico, son insustituibles para descartar mitos y fantasías y poder conocernos a nosotros mismos como sociedad y como personas. Es la capacidad para destilar lo real a partir de la duda metódica.

En definitiva, debe quedar claro que no habrá desarrollo sin los valores científicos como activo cultural generalizado.

Un gran desafío educativo y para la política, entendida como educación y no como manipulación. Como dijo Savater, sin educación no hay democracia.

La Nación, 13 de noviembre de 2009

domingo, 8 de noviembre de 2009

Las interrogaciones de Rand


Los libros de Ayn Rand fueron escritos en el marco del conflicto ideológico, económico, político y militar entre el autoritarismo soviético y el capitalismo de Estados Unidos. Su argumento es una defensa a ultranza del individualismo, y a pesar de la crisis del capitalismo globalizado y los cuestionamientos éticos a sus fundamentos, mención reciente a su obra aparecen tanto en The Economist como en Foreign Policy . Esto no puede ser menos que un reflejo de su relevancia contemporánea.

Rand emigró de la Rusia soviética para llegar a Estados Unidos, donde el papel del Estado se expandía para combatir la Gran Depresión. Si bien el Estado soviético, represivo y basado en miedo y sangre, distaba mucho de las preocupaciones por el bien común del keynesianismo, para Rand el Gobierno siempre debe estar severamente restringido. Fue la crítica más acérrima del poder del Gobierno, al que calificaba de licencia para robar, y la supuesta solidaridad y altruismo, la excusa de algunos para apropiarse de poder. Los políticos siempre dominados por la envidia y la codicia. Sus héroes eran los hombres de negocios y empresarios capaces de sentir en sus mismos huesos el futuro posible por el que trabajaban sin descanso hasta darle vida: el egoísmo virtuoso.

Crítica actual. Las novelas de Rand, Atlas Shrugged y The Fountainhead, escritas en un contexto histórico particular, adquieren relevancia actual quizás por el proceso de crítica de la estructura económica, social y política del mundo en el que le tocó vivir. Reconocía el efecto del Estado en la determinación de la agenda política y económica de una sociedad particular. En adición, era consciente del efecto sociológico de las decisiones públicas y de su contribución a la cultura de los ciudadanos. Ese proceso de crítica es desafío contemporáneo. Un ejemplo costarricense: un grupo de familias invade una finca privada y construye sus ranchos. Diez años después hacen el siguiente reclamo a las autoridades de vivienda: “protestamos porque en diez años el Gobierno no ha podido siquiera taparnos las goteras, que están cada vez peor”. Bajo el programa de erradicación de precarios, el Estado compró la finca, la distribuyó entre los ocupantes, la urbanizó y les construyó las casas. ¿Cuál es el efecto sociológico y cultural? Sin embargo, al Gobierno se le critica (derechas e izquierdas) por no haber hecho más erradicación de precarios…

Rand tiene una respuesta inequívoca en su planteamiento; la justicia social no tiene el menor espacio, es totalmente indiferente a la pobreza y ajena a todo humanismo. Para ella lo esencial es que una sociedad no puede prosperar sin libertad para sus empresarios e innovadores; el colectivismo, por el contrario, genera mediocridad. Los personajes de las novelas de Rand podrán estar en el ocaso en Occidente, pero surgen con fuerza en Asia. Es una de las autoras más leídas en India. Favorita de empresarios y jóvenes ansiosos de mayor libertad.

Solidaridad. Si bien podemos discrepar de las propuestas de Rand, sus interrogaciones requieren nuevas respuestas, en particular, en cuanto a la relación entre lo colectivo y el individuo. El nuevo entorno ha hecho imperativo, para poder competir en los mercados globales, un ambiente que promueva la iniciativa individual y combata la mediocridad, lo cual es consecuente con Rand. Pero también que para la paz en la sociedad, el contrato social no puede divorciarse del bien común y la justicia social, ni tampoco de las consecuencias ambientales y climáticas de las iniciativas individuales y colectivas.

Acabada histórica y analíticamente la respuesta colectivista, el reto es cómo promover dentro de un marco de organización capitalista de la producción, un humanismo, capaz de generar eficiencia, pero también los más profundos anhelos del corazón humano. Eficiencia y consumo son medios que nunca pueden suplantar los fines del contrato social, en la pluma de Jefferson, la búsqueda de la felicidad. Y esta demanda solidaridad. Necesitamos puentes y comida, pero para producir poesía y danza. Si no hay música para el espíritu y sentido para la existencia, habremos fracasado como humanos. ¿Cuál es el nuevo papel de las políticas públicas, de la participación ciudadana y de la libertad individual? No hay respuestas triviales. A las ideologías las dejó el tren de la historia.

La Naci[on, 30 de octubre, 2009


lunes, 24 de agosto de 2009

Nuestro realismo mágico

No habrá desarrollo sin los valores científicos como un activo cultural generalizado

El realismo mágico es un movimiento literario esencialmente latinoamericano, el cual responde a una realidad muy propia. Pero es esta realidad la que debemos superar si queremos el desarrollo de nuestros pueblos.

La España y el Portugal que conquistan América Latina eran, en pensamiento, muy anteriores a la revolución filosófica que se incubaba en Francia y otras ciudades europeas, a la cual bien podría referirse como la revolución cartesiana, en honor al filósofo francés René Descartes (1596-1650), una de sus principales figuras.

La duda metódica no podía estar más lejos del dogmatismo y de la superstición. Para Descartes la duda es la fuente de la sabiduría. Incluso llegó a afirmar que para los verdaderos buscadores de la verdad es necesario, por lo menos una vez en la vida, dudar, tan lejos como sea posible, de todas las cosas. En efecto, uno no puede dudar sin pensar, y si pienso, existo (cogito ergo sum). Sus contribuciones son muchas, se destacan sus aportes a la geometría analítica, pero bien puede ser considerado el padre de la filosofía moderna y el fundador del método racional en la investigación filosófica.

Mientras el rigor y el análisis empírico irrumpían en las capitales del continente europeo, los conquistadores de nuestras tierras eran ajenos a las nuevas ideas y métodos de pensar y organizar la sociedad. Las crónicas de la época eran fantásticas y sobrenaturales. La duda metódica no existía: se describían fuentes de la eterna juventud, animales fantásticos, ciudades ocultas y frutos maravillosos, a la vez que se destruían las culturas autóctonas, sus religiones y organizaciones sociales. El legado institucional pre-capitalista se acompañó de un modo de pensar pre-científico. Esa herencia subsiste, particularmente como forma de entender la realidad, y es forma de perpetuar el subdesarrollo.

En las décadas del veinte y treinta del siglo pasado, los artistas europeos exploraban el subconsciente y el inconsciente en el movimiento surrealista de sueños y fantasías. Artistas latinoamericanos viajaron a Europa para unirse al movimiento, pero al regresar a la región, descubrieron que esa realidad, la cual buscaban en estados psicológicos, se encontraba, de distinta forma, en sus propias culturas, en una dualidad no superada a pesar de su aparente contradicción: el mundo tecnológico-científico coexiste con la cultura de la superstición.

Gabriel García Márquez lo expresó claramente “mi problema más importante era destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece fantástico. Porque en el mundo que trataba de evocar, esa barrera no existía”. Los sesentas y setentas ven una explosión de la literatura del realismo mágico, periodo que coincide con las dictaduras y sus infinitas manipulaciones de la palabra para distorsionar los hechos.

El realismo mágico es nuestro mejor retrato. En una cultura impregnada de realismo mágico, lo fantástico y la tecnología cohabitan, y las realidades políticas y culturales viven esas dualidades. Latinoamérica sigue inmersa en su confusión, sin enfrentar científicamente su realidad, sin valorar el rigor en la expresión y el análisis, sin ponderar adecuadamente la evidencia empírica y, por lo tanto, dispuesta a aceptar mitos sobre sí misma como si fuesen verdades científicas. Muchos políticos son expertos en navegar esas aguas, por lo que mitos, realidades y fantasías se conjugan en su discurso mágico. Su audiencia se deja embaucar, ajena a falacias, contradicciones y afirmaciones sin evidencia.

El realismo mágico ha producido premios Nobel de literatura para la región y sus novelas son fuente obligada para los estudiosos no solo de las letras, sino también de las realidades políticas y sociales. Su aporte es tal que sin este los análisis de esas realidades de parte de los científicos sociales resultan insuficientes, si estos no se acompañan del estudio de esa literatura. Pero todo esto debiera servir para superar la limitación para el desarrollo que tal forma de entender la realidad significa. El rigor de expresión y pensamiento, demandar evidencia suficiente y el análisis lógico son insustituibles para descartar mitos y fantasías y poder conocernos a nosotros mismos como sociedad y como personas. Es la capacidad para destilar lo real a partir de la duda metódica que no deja mito con cabeza. En definitiva, debe quedar claro que no habrá desarrollo sin los valores científicos como un activo cultural generalizado. Un gran desafío educativo.

Hacia nuevas políticas de Estado

  • El país no puede seguir a la deriva en medio del cambio económico y tecnológico

La fuerte transición y cambio de los sistemas políticos y económicos globales ha sido suficiente para generar ansiedad y temor por cuanto el pasado dejó de poderse extrapolar linealmente y el futuro emerge así con crecientes grados de incertidumbre. Este proceso global ha coincidido en Costa Rica con un conjunto de fenómenos que, si bien algunos tienen una dimensión positiva, también contribuyen a generar consecuencias más inciertas. Como resultado de este y otros factores, un sistema fuertemente presidencialista ofrece ahora la paradoja de un presidente débil, que se enfrenta con un "equilibrio" tal de poderes y un sector público a los que no puede imprimir sentido de dirección. Algunos ejemplos incluirían: el desarrollo de instituciones jurídicas que por un lado han venido a fortalecer los derechos de los ciudadanos, pero, por otro, también han limitado las posibilidades de liderazgo político. El creciente poder crítico de la prensa, vital para la democracia, no se acompaña de un poder constructivo correspondiente. A su vez, la corrupción y el descubrimiento de su profundo alcance han venido a sembrar mayor desconfianza, ansiedad y duda en torno a las soluciones colectivas, con la consecuente preferencia por soluciones individuales o de grupo, aunque se antepongan a los intereses de la sociedad en su conjunto. Finalmente, el proceso de atomización y fraccionamiento de partidos políticos, en parte como expresión de las preferencias de los votantes, han hecho al país menos gobernable.

Indispensable liderazgo. El país no puede continuar a la deriva mientras el entorno económico y tecnológico cambia aceleradamente. Es preciso recrear condiciones de gobernanza y fe en un futuro compartido. Nuevas políticas de Estado podrían engendrar condiciones para un liderazgo presidencial, indispensable en un sistema presidencialista. Para eso, es pertinente una discusión sobre políticas de Estado, que trascienden una administración y por estar apoyadas por una mayoría no se discuten constantemente. No se trata de consensos plenos, pues son casi imposibles de lograr y en el intento se puede caer presa de minorías que imponen su visión a la mayoría y detienen el cambio. Una política de Estado podría girar en torno a reducir la pobreza y se podría expresar con metas cuantitativas sujetas a monitoreo y evaluación de la sociedad; por ejemplo, la reducción de la pobreza a la mitad en 10 años y el abatimiento completo de la pobreza extrema. Esta política debiera incluir una estrategia de desarrollo humano y de empleo.

El gasto social tiene niveles aceptables en cuanto a cantidad, pero desastrosos en calidad. Desorden y atomización institucional; sistemas de selección de beneficiarios arbitrarios, incompatibles entre sí y sin participación comunitaria y ausencia de sistemas de monitoreo y evaluación de resultados respecto de metas cuantitativas y publicadas de previo, generan una dispersión de esfuerzos, niveles inaceptables de ineficacia e ineficiencia y sospechas de corrupción en el otorgamiento de beneficios. Se hace necesario revisar toda la gama de políticas e instituciones sociales desde la perspectiva del desarrollo humano, en beneficio de los pobres.

Más pobres. En lo económico el tema es de políticas idóneas para reducir la pobreza. Se convive con niveles de inflación tales que un choque o perturbación externa aumentan el número y hasta el porcentaje de los pobres. El combate a la inflación es parte de la lucha contra la pobreza y la desigualdad. A su vez, si bien ha habido tasas de crecimiento positivas en la década pasada, estas no han sido suficientemente elevadas ni sostenidas, ni han sido pro pobres; es decir, no se ha logrado promover un porcentaje creciente de personas vinculadas satisfactoriamente a los mercados formales de la economía moderna. Esto requiere, entre otros, abordar el déficit de infraestructura, abaratar y aumentar el crédito disponible (lo cual se vincula con la lucha contra la inflación), programas de desarrollo regional, y de apoyo sistemático a las mipymes, en particular a su capacidad de innovación, en un marco de creciente apertura externa.

La Costa Rica posible, sin el temor y la incertidumbre actuales, no se alcanzará sin políticas de Estado en un marco público de rendición de cuentas de acuerdo con los resultados. Pareciera que solo así el presidente de la República nos podrá conducir en una dirección que produzca un aumento del porcentaje de la población con empleo formal, un control de las alzas en el costo de la vida y mayor desarrollo humano. Solo así se reducirán la pobreza, la desigualdad y, consecuentemente, la desesperanza.

La Nación, 19 de mayo de 2005

La gobernanza de Costa Rica

El liderazgo político debe partir de una visión del país futuro

La capacidad de gobernar este país ha venido en picada durante la última década. Muchos de los adultos jóvenes solo tienen memoria histórica de este periodo y de ahí su frustración, apatía y desencanto con la política, los políticos y los partidos tradicionales. Los mayores ven con tristeza cómo el país se entrampa, pierde el norte y la capacidad de decidir su rumbo. Para colmar la desesperanza, las evidencias de corrupción estallan a los más altos niveles. Este país tan especial puede irse al despeñadero sin una recuperación de buena gobernanza. La acción de gobernar debe partir de una visión y requiere capacidad de implementación.

El liderazgo político debe partir de una visión del país futuro que se desea construir, las políticas públicas necesarias y los requisitos para asegurar su implantación. A partir de esa visión, el líder político y su grupo, que lograron capturar la imaginación y apoyo del electorado, deben concretar las políticas de Estado. Esto significa negociar, particularmente en el Congreso, aquellas políticas y cambios institucionales que los trascenderán porque son la clave del futuro. Democracia significa gobierno de la mayoría. El cambio deberá darse por acuerdo de mayorías construida sobre la base de esa visión de futuro.

Enemigos del cambio. Quienes exigen el consenso para apoyar el cambio son los enemigos del cambio porque quieren proyectar sus prebendas y prejuicios al futuro. El liderazgo político, que se plantee un cambio importante, deberá enfrentar la oposición de los interesados en mantener el statu quo. La democracia, para ser dinámica, requiere tener la capacidad de cambiar sus políticas públicas acorde con una visión de futuro compartida. Autoritarismo es oponerse al deseo de las mayorías y quienes lo logran detentan el poder de hecho, en violación del principio de convivencia democrática. La última década se ha caracterizado por la ausencia de políticas de estado enraizadas en una visión de cambio modernizante y a tono con los desafíos de la revolución tecnológica en marcha acelerada. Los intentos de cambio han sido más bien aislados y sin una explicación clara de su pertinencia, por lo que han terminado siendo saboteados o detenidos por las fuerzas que quieren proyectar hacia el futuro el presente o, incluso, hasta el pasado.

Una segunda dimensión de la capacidad de implantar políticas de estado que diferencia a las sociedades de desarrolladas de las subdesarrolladas es el deslindamiento claro de los espacios políticos de los técnicos. Una vez ocurrida la negociación política, particularmente entre los representantes electos de los ciudadanos (poderes ejecutivo y legislativo) en diálogo también con las organizaciones representativas de la sociedad civil, la ejecución de las políticas públicas debiera ser un desafío técnico. Así es en las sociedades desarrolladas. En el subdesarrollo, por el contrario, la política vuelve a emerger en diversos momentos de la implementación de las políticas. Las leyes también tienen debilidades de aplicación que impiden la justicia pronta y cumplida. Ante estos déficit institucionales, los grupos de interés vuelven a la carga y capturan el actuar del Estado en sus funciones ejecutivas y judiciales, con lo que se debilita la posibilidad de tener políticas de Estado perdurables.

Implementación técnica. En la última década, el Estado costarricense, lejos de avanzar en la consolidación técnica de la capacidad de ejecución, se ha debilitado. Se han introducido más espacios de intervención política en los campos que debieran ser de implementación técnica. Al aumentar los déficit institucionales, se debilita la capacidad de tener políticas públicas con racionalidad de promover el bien común. Pero, además, prácticamente se impide el cambio democrático. El llamado "filibusterismo" ocurre en todos los niveles. Se puede violentar así la voluntad democrática en múltiples instancias. Quienes desean asegurar la aplicación de la voluntad mayoritaria viven un proceso permanente y desgastante de infinita negociación política.

En esta hora singular de la historia nuestra, llamada a ser punto de inflexión y desafío generacional para los jóvenes adultos, quienes constituyen la mayoría electoral, demanda la participación política de todos en la construcción de una visión del futuro que queremos en un entorno cambiante de manera acelerada. Líderes políticos y partidos deberán medirse por esta capacidad de propuesta y de integración de la amplia participación. Los valores de solidaridad, equidad de oportunidades, igualdad ante la ley y libertad deberán conjugarse en una visión y propuesta programática. Esta propuesta deberá especificar el cambio en las políticas de Estado e instituciones que la harían posible y el fortalecimiento institucional que llene los déficit de implementación, con el objeto de que la política se limite a su ámbito propio, y lo técnico recupere su espacio.

La Nación, 5 de setiembre de 2005

Bien común y políticas públicas

  • Ya no se discute que mayor crecimiento se asocia con disminución de la pobreza

Una revisión de la literatura indica áreas de consenso por la suficiente evidencia empírica acumulada en cuanto a las políticas públicas vinculadas con el crecimiento y la igualdad. En primer lugar, ya no se discute que un mayor crecimiento se asocia con una disminución de la pobreza. Una segunda proposición, generalmente aceptada, es que a mayor desigualdad inicial, menor es la reducción de la pobreza que provoca el crecimiento y, en general, cuanto mayor es la desigualdad, menor tiende a ser el crecimiento. En conclusión, equidad y crecimiento tienen muchas interrelaciones entre sí y, por lo tanto, el divorcio entre políticas económicas y sociales no tiene sentido. Debe haber un conjunto de políticas coherente que tiendan a promover simultáneamente el crecimiento y reducir la desigualdad.

Entre las razones, con fundamento estadístico, por las que a mayor desigualdad hay menor crecimiento, se encuentran la existencia de una correlación directa entre desigualdad y conflicto y violencia, y entre violencia y niveles de inversión. Los niveles absolutos de pobreza en una sociedad no se correlacionan con el nivel de crimen y violencia. Es la desigualdad la que se correlaciona de una manera significativa con violencia y criminalidad. En la medida en que un estrato importante de la población se autopercibe como relativamente desfavorecido, se generan actitudes más agresivas.

Fallas en provisión. Está demostrado estadísticamente que las fallas del Estado son regresivas. Es decir, cuando el Estado falla en la provisión de bienes públicos (en donde le corresponde estar), genera un efecto negativo en la distribución del ingreso. También se asocia mayor igualdad con una mejor capacidad de manejar desastres naturales y perturbaciones económicas: mayor educación y madurez institucional significan una mejor capacidad de manejar desastres naturales y perturbaciones económicas.

Desde el punto de vista de la economía política, uno de los temas a considerar es la percepción sobre cuán justa es la distribución del ingreso. Cuando la percepción indica que la distribución del ingreso es injusta, existe, en principio, una actitud proclive a aceptar políticas redistributivas. La encuesta Latino-barómetro del 2001 señala que solo el 18% de los costarricenses cree que la distribución del ingreso es justa, o muy justa, lo cual es un resultado parecido para países muy desiguales como Brasil, Guatemala y El Salvador. Así, existe una percepción entre los costarricenses de que la distribución del ingreso es injusta, y esto podría dar pie a una actitud favorable hacia un planteamiento coherente de redistribución del ingreso.

Buena inversión. Los casos más exitosos de políticas sostenidas de las políticas de reducción de la pobreza y, consecuentemente, reducción de la desigualdad, combinan programas "focalizados" de transferencias condicionadas, dirigidos a combatir la pobreza extrema y sus mecanismos de transmisión intergeneracional (por ejemplo: subsidios a las madres a cambio de que dejen a sus niños en la escuela un tiempo mayor), con políticas universales que garanticen el acceso a la educación, la salud y la seguridad social. Otro resultado interesante, con validez estadística, es precisamente que, cuando ocurre una redistribución del ingreso que ocasiona una reducción de la pobreza, esto se asocia significativamente con un mayor crecimiento. O sea, es una buena inversión invertir en reducir la pobreza.

Debemos recuperar la discusión de las políticas públicas a partir de una visión global en torno al crecimiento y la equidad con base en la evidencia empírica, en contraste con la situación actual, dominada por los planteamientos parciales a partir de los intereses particulares de los grupos de presión. Ya es hora de que la revisión de las políticas de ingresos y gastos públicos recupere el norte del bien común.

La Nación, miércoles 27 de julio de 2005

domingo, 23 de agosto de 2009

Nada, nada y nada

En pleno siglo XXI, se intenta resucitar en América Latina el materialismo dialéctico

Consciente o inconscientemente, todos buscamos un sentido a la existencia. Esta respuesta no es, sin embargo, una mercancía disponible en mercado alguno. La sociedad de consumo nos puede brindar abundantes comodidades para quienes tenemos poder de compra, comodidades al fin, pero ayunas de significado.

El materialismo se ha venido adoptando como filosofía de hecho, la cual acompaña al consumo de manera natural, de tal forma que se pueden comprar los medios más exquisitos de entretenimiento y de evasión del vacío existencial que este puede acarrear. Este materialismo, sin que nadie lo postule o defienda, devalúa valores como la solidaridad, la compasión y el honor, mientras fortalece antivalores como la vanidad, la soberbia y el hedonismo. Es el camino fácil. La propia inercia genera el impulso para continuar cuesta abajo. En consecuencia, la sociedad contemporánea se extravía en su consumismo, se abandona la búsqueda de sentido y se van minando los pilares éticos de la sociedad y de comportamiento moral de los individuos. Se adoptan los antivalores del materialismo consumista.

Materialismo histórico. Ante las limitaciones del consumismo para proveer una respuesta al significado y sentido de la vida y la erosión de valores, en particular, la solidaridad, los nuevos críticos de la globalización de los mercados intentan una resurrección tardía en América Latina del materialismo dialéctico en pleno siglo XXI. Llámese Teología de la Liberación, nueva izquierda o como se quiera.

El materialismo histórico parte de un materialismo filosófico en la determinación de la conciencia, pero supone también una ética superior en el proletariado, la cual permearía a la sociedad entera en la transición al socialismo. Sin este supuesto ético, por cierto nunca documentado ni afirmado de manera explícita, el fundamento de la dictadura del proletariado cae por su propio peso. Significa que, si el proletariado asume el poder dictatorial sin poseer la ética supuesta románticamente por Marx, la transición podría irse en cualquier dirección, pero contraria al comunismo. Pierde, por lo tanto, todo valor ético y justificación histórica la solución de la lucha de clases a la encrucijada contemporánea.

Cambio moral. Evidentemente, la sociedad contemporánea requiere una transformación ética. Esto significa un cambio de sus valores y conductas socialmente aceptadas, y presupone y debe ser acompañado de un cambio moral de sus individuos. Por lo tanto, una sociedad, familias o individuos que intentan seguir un camino con significado, deben nadar a contracorriente en una sociedad presa del materialismo consumista.

La respuesta es, en gran medida, enseñanza y práctica de valores, el verdadero sentido de la educación, lo cual es también consustancial a la práctica religiosa. En definitiva, un descubrimiento de la trascendencia de la persona humana y del error y limitación de la definición hedonista centrada en el individuo, en contraste con el ejercicio de la compasión y la solidaridad enfocadas en el prójimo. Significado de la vida precisamente en su trascendencia. Exploración de la felicidad. Pero también se puede apresurar el paso.

Cabe recordar el diagrama del místico San Juan de la Cruz para el ascenso del monte Carmelo (la contemplación), en el cual señala la vía rápida más rápida y directa, por el corazón del monte, hasta llegar a su cumbre. Esta incluye: nada, nada y nada, y en el monte, nada. El camino de la contemplación con absoluto desprendimiento.

Es la antítesis del materialismo consumista: vivir el significado de la vida en comunión con la raíz ontológica indisoluble, el sustrato del amor, por el camino de la negación. El último y verdadero desafío contemporáneo.

La Nación, 11 de abril de 2008

Economía y felicidad

  • El consumo, un canto de sirena, no puede dar sentido a la existencia

En definitiva, los seres humanos aspiramos a ser felices y, en ese intento, buscamos lo que nos gusta y rechazamos lo que nos disgusta. Ese principio hedonista es una de las bases del análisis económico. En su momento, los economistas tomaron el concepto de utilidad del filósofo Jeremy Bentham, así como referencias al bienestar producido por el consumo, lo que parece tener que ver con la felicidad.

Estudios realizados en los países desarrollados, desde EE. UU. hasta Japón, muestran que, conforme las economías se han hecho más ricas, los ciudadanos no reportan sentirse más felices. Cincuenta años de encuestas idénticas en estos países no revelan ningún cambio en la felicidad según sus habitantes. Sí se sabe que, en términos relativos, los pobres de una sociedad reportan ser menos felices que los ricos, pero un aumento de la riqueza generalizada no da mayor felicidad (The Economist , 12/12/06). La economía de mercado puede brindar crecimiento, pero no mayor gozo para la sociedad.


Razones privadas. Un economista moderno podría responder que, para fines explicativos, no se necesita saber si el consumo de un bien brinda más satisfacción que el consumo de otro bien, sino tan solo si el consumidor tiene gustos definidos, saber si prefiere un bien más que otro. Sus razones son asunto privado. La economía no se ocuparía de la felicidad. No obstante, el psicólogo Daniel Kahneman (ganador del premio Nobel en Economía, 2002) argumentó que las personas sí pueden definir el alcance del bienestar por el consumo de bienes o servicios. Pero lo que logra concluir es que las decisiones de consumo futuro estarían definidas no por la experiencia en sí, sino por el recuerdo falible, de placer o de dolor, de experiencias de consumo anteriores.
Esto genera pistas interesantes para estrategias de mercadeo, pero no contribuye mucho a dilucidar la aparente disociación entre economía y felicidad. En definitiva, la economía de mercado brindaría opciones para generar abundancia y dejar en libertad a las personas de ser felices o infelices (The Economist , 12/12/06), por lo que la economía, como ciencia, poco puede aportar a la felicidad.

Más suicidios. La felicidad se refiere a un estado interior de reacción ante hechos externos. Es más, el resultado aparente de los países ricos es que, una vez resueltas las necesidades materiales, incluso puede aumentar la sensación de infelicidad y aburrimiento, lo que se refleja también en aumentos de las tasas de suicidio. En conclusión, el consumo no es más que un canto de sirena que no puede dar sentido a la existencia. La felicidad no puede ser comprada. El hedonismo, como principio de conducta, no es fuente de felicidad.

La economía puede explicar los patrones de decisión de los consumidores o productores, o contribuir a hacer políticas públicas más efectivas y, así, contribuir a dar mejores oportunidades. Pero descubrir la senda de la felicidad es un trabajo interior, en cuyo trayecto los eventos externos sirven tan solo de espejo para que el alma pueda escudriñar las motivaciones de las reacciones ante estos eventos.

En pos de equilibrio. El mundo de acciones y reacciones propias es una escuela, que nos permite avanzar en el descubrimiento de nuestra verdadera esencia, que no conoce separación y para la cual la persona debe superar las reacciones originadas en el principio hedonista, que incluye huir de miedos y del dolor, así como deseos de controlar, poseer o de hacer daño, entre otros. El hedonismo es una trampa. El gozo mayor ocurre en la comunión que logra superar las limitaciones y los lastres del pasado, para estar totalmente presente en el momento vivido. El gozo y la paz interior del presente así vivido y acompañado de la contemplación ha sido testimoniado abundantemente en las principales religiones y filosofías: San Juan de la Cruz en el cristianismo, Rumi en el sufismo, Lao Tze en el taoísmo, los haikú del budismo zen, etc.

La globalización y la explosión de las posibilidades del consumo, incluso en desmedro de la salud del planeta, debiera llevarnos a redoblar esfuerzos para acabar con la pobreza material, pero también para recuperar los equilibrios ecológicos y aquellos de naturaleza interior: redescubrir las causas de la pobreza espiritual (o infelicidad) y avanzar en la senda de la felicidad. La economía se plantea así como medio, pero nunca como fin.

La Nación, 13 de febrero de 2007

Voces y silencios

  • El ruido interno es fuente de permanente insatisfacción y engaño

La tradición contemplativa se fundamenta en el silencio. El silencio interior permite la contemplación al derribar las barreras entre contemplado y contemplante, división que es fruto de la distracción de la conciencia. En el silencio profundo, la conciencia se enfoca y es posible para la persona humana llegar a descubrirse como conciencia individualizada pero partícipe de la gran conciencia indivisible, se conocen los gozos de la experiencia mística o teología experimentada. En términos aristotélicos, el amor iguala a los desiguales, lo cual no demanda del contemplante acción alguna, sino pasividad receptora, silencio, pues la contemplación deviene como gracia divina.

Al adentrarse por los caminos del silencio, para lo cual existen un sinnúmero de técnicas (como, por ejemplo, las que presenta magistralmente en sus libros y talleres el padre Ignacio Larrañaga), se descubren voces internas que salen al paso y que, al alterar el silencio, impiden la contemplación. Santa Teresa de Ávila se refirió, de manera certera, a ese coro cacofónico, del cual se hace consciente quien se adentra en la contemplación, como la “loca de la casa”. Platón lo describió mediante la metáfora de un barco amotinado.

Inocente y sugestivo. En el hinduismo y sus derivaciones, ese conjunto de voces internas, que aparecen como diálogo inocente y sugestivo, se denominan ego. Ese término induce a confusión en Occidente, pues tiene otros dos significados distintos, el coloquial de exceso de autoestima, y el de Freud, quien lo identifica con el yo, al cual define como un principio homeostático que equilibra las fuerzas instintivas del id, los ideales del super- ego y la realidad exterior. Ninguno de los dos significados equivale a su sentido en el hinduismo, que se asimila más claramente al concepto de loca de la casa, pues genera un mundo ilusorio o maya en la conciencia individual, que no corresponde a la realidad objetiva y desvía a la persona en sus intentos (conscientes o no) de alcanzar el ideal de descubrir su verdadera naturaleza. Locura es la negación de la realidad.

Ese diálogo incesante alimentado por miedos, ansias de control, sentimientos destructivos o autodestructivos, etc., acalla la voz interior de la conciencia moral. Aquella que no surge como diálogo o propuesta, sino como certeza de que si se actúa de determinada manera se consigue paz y sosiego. La única voz interior a escuchar. Nada que discutir, nada que negociar. Se actúa conforme a ella o se acalla a sabiendas…

Una vez adentrado en los caminos del silencio mediante la contemplación, se plantea un desafío más profundo. Aquietar el diálogo interno persistente, agobiante y lograr periodos mayores de silencio interior en las actividades cotidianas. Hacer café y solo hacer café. Sin pensar en lo que debemos o debíamos haber hecho, o cualquier otra sugestión interna. Se descubre entonces el gozo de hacer café. La conciencia moral podrá entonces manifestarse más fuertemente sin tener que sobreponerse al ruido. Se descubren nuevas dimensiones de paz interior y parece brotar una creatividad sin límites.

Presa de lo ilusorio. Nuestra cultura teme al silencio. Fomenta el ruido externo y no alerta contra los peligros del ruido interno, el peor de todos, pues es fuente de permanente insatisfacción y engaño. No se plantea como gran desafío lo relevante, sino que la cultura parece presa de lo ilusorio. Falta acometer el desafío de trascender lo cotidiano para descubrir lo verdaderamente real en ese mismo acontecer cotidiano. Para quien lo acomete, la realidad no cambia, pero sí su perspectiva, al descubrirse como participante consciente en la totalidad, y con ello deviene el disfrute de la paz interior, descrito por San Juan de la Cruz y muchos más como el encuentro con el amado. Esta experiencia contrasta con la zozobra de la persona que se autopercibe como individuo aislado y presa de temores y ambiciones.

La lucha global entre el mal y el bien ocurre en muchos teatros y escenarios, precisamente entre las fuerzas del aislamiento y la segregación de la conciencia frente a la comunión gozosa. Cada de uno nosotros somos un participante activo en ese conflicto global mediante nuestro libre albedrío, al escoger, en nuestras decisiones cotidianas, si nos gobierna la loca de la casa o la conciencia moral. En este misterio maravilloso de la existencia, la conciencia es una y los actos de cada uno inciden en todos los demás. La caridad es, pues, muy demandante. Demanda silencio interior.

La Nación, 14 de noviembre de 2007

Significado

El verdadero enemigo es el egoísmo

El sentido de la Creación conocida surge del libre albedrío de las conciencias individualizadas. El libre albedrío está en el sustrato mismo de la Creación.

La Creación refleja una gran racionalidad en las leyes que rigen su funcionamiento; una economía y simplicidad bella en su estructura lógica, además de belleza en su derroche estético; y el amor como su fuerza más sublime. Estos atributos de la Creación no son resultado del azar, sino que provienen del principio increado. Esta realidad se puede experimentar en las profundidades de la contemplación (teología experimental).

El principio increado del que surge el impulso creador es el amor, la unidad individida. La idea creadora arranca basada en la dualidad amor-desamor (unión-separación). De tal manera que el amor pueda crecer mediante el libre albedrío de las conciencias individualizadas en las elecciones de unión y retorno o desunión y separación.

Elección y aprendizaje. Esto significa que cada persona, en su cotidianidad, toma decisiones en las circunstancias de su vida. Incluso, desde esta perspectiva el pasado no es inmutable, sino que cada persona puede reinterpretar su pasado si aprende lecciones derivadas de sus acciones anteriores. Por lo tanto, el libre albedrío ocurre en un continuo donde el presente incluye el pasado y se proyecta hacia el futuro en un abanico de posibilidades de elección y aprendizaje.
El futuro y el pasado no se pueden elegir, pero sí la forma en que reaccionamos ante los acontecimientos. Las personas humanas en sus decisiones optan por cursos de acción y revisiones conscientes o implícitas de su historia personal dentro de un conjunto infinito de combinaciones con mayor o menor predominio del amor.

De cursos de acción basados fuertemente en el amor devienen el gozo y la paz. Del egoísmo, la ansiedad e inseguridad. La ansiedad, a su vez, dispara nuevas acciones de desamor, tales como el deseo de controlar, dominar o los comportamientos autodestructivos. Por el contrario, de la paz interior se desprenden acciones compasivas. Son espirales de evolución o involución espiritual.
Termómetro interior. El gozo interno se convierte en el termómetro interior inconfundible del crecimiento espiritual, entendido este como el predominio creciente del amor en las decisiones personales de acción o reacción ante el acontecer cotidiano.

Existe, por lo tanto, una moral interior. Este barómetro permite corroborar los códigos morales externos de origen judeo-cristiano, así como de otras religiones importantes. A su vez, estos códigos externos previenen contra el autoengaño al que somos tan propensos.

El crecimiento espiritual y la paz interior van de la mano con el fortalecimiento moral. En definitiva, el crecimiento moral significa optar por apreciaciones y acciones crecientemente compasivas. A su vez, el crecimiento moral acarrea mayor libertad. Es la experiencia y el gozo de la libertad y del significado de la vida al enfrentar al verdadero enemigo: el egoísmo.

La Nación, 26 de febrero de 2003

Del maestro, sus enseñanzas

Dejó marcharse lo imposible y encontró gozo en lo que quedaba

Pausado su hablar, sus palabras cuidadosamente escogidas con el rigor de una mente disciplinada. Paciente, excepto con la pereza mental, se dedicó a la docencia en las aulas y fuera de ellas. Su vocación de maestro inundó toda su vida. Antes que contenidos, sus enseñanzas se desplegaron en dos campos: el moral y el uso del intelecto. En lo moral enseñó con el ejemplo. Caballero de modales impecables, no conoció el cinismo. Vivió para el honor y la verdad. En cuanto al intelecto, sus enseñanzas procuraban guiar a su interlocutor hacia las causas de los fenómenos: con el objetivo de que éste aprendiese a usar su mente para encontrar las explicaciones científicas o filosóficas. De una pregunta simple podía desarrollar una explicación interesante envuelta en un entusiasmo contagioso.

Como buen científico no descansó hasta desentrañar las causas finales. Llegó así a descartar que la moral, la apreciación estética y el amor, pudiesen ser reducidos a determinantes de códigos genéticos o a enseñanzas ocurridas en la infancia. Ni el azar de la materia, ni la educación desordenada pueden producir logros tan sublimes. La explicación materialista le resultó ilógica, implausible. Quien como el podía apreciar un atardecer hasta el arrebato, amar al prójimo hasta el sacrificio y sentir poderosas inclinaciones hacia el bien, no puede menos que descubrir una realidad trascendente que se filtra, mediante el libre albedrío, en las acciones humanas. Esa realidad trascendente, inefable que, en sus últimos días, lo abrazó hasta irradiar una gran paz a quienes le rodearon.

Disfrute pleno. En su prolongada enfermedad fue demostración fehaciente de ese asidero final de la dignidad humana: esa libertad inviolable que cada quien tiene de decidir cómo responder frente a los hechos que no gobierna de su vida. Ante las limitaciones físicas crecientes, no hubo conmiseración ni depresión. Dejó marcharse lo imposible y encontró gozo en lo que le quedaba. Disfrutó hasta su último atardecer en Bajamar, hasta el último vuelo de una garza rosada, reconoció hasta el último halcón que cruzó su camino, pero más que todo, se llenó de los momentos de compañía de su familia. Lejos de sufrir y hacer a otros sufrir, compartió su gozo hasta el final. Esa fue su elección. Vivió su vida plenamente. Vivió el heroísmo callado de lo cotidiano, huraño a las grandes poses, extraño a la espectacularidad. Le arrancó gozo a todos los instantes de su existencia. Así usó su libertad. Y en el uso de esta libertad, se recubrió de toda su dignidad.

Emprendió, como dijo el poeta, su vuelo supremo. Sus virtudes engrandecidas le dotaron de las alas para penetrar los territorios de lo inefable, de la luz permanente, las causas últimas del amor, la belleza y la verdad. La satisfacción última del científico. La realización del maestro. La morada perpetua.

Se fue don Ennio, quedamos sus alumnos intentando vivir sus enseñanzas.

La Nación, viernes 25 de diciembre de 1998

Diez años después

  • Sus imágenes siguen creciendo
Recuerdo aquella figura regordeta y de baja estatura, pero desbordante de confianza y una mirada fiera detrás de sus anteojos, entrar a mi casa, venía preocupado por razones médicas, algo inusual en el patólogo Rodolfo Céspedes. Las puertas no se cerraban en los sesenta. Entró hasta la sala de estar, donde lo recibió mi papá. No podía ignorar el contraste físico. Él alto y de porte distinguido; pero la camaradería y el respeto mutuo eran evidentes.

Los cadáveres de tres hombres jóvenes de La Guácima habían ingresado al San Juan de Dios. Las autopsias no revelaron infecciones bacterianas o virales que pudiesen explicar las muertes de estos tres vecinos. Uno de ellos, explicó Rodolfo, traía esta media botella de guaro en su pantalón. “Ayudame a ver qué encontrás”.

Alcohol tóxico. Días después, los dos comentan los resultados del análisis químico: gran contenido de alcohol metílico. El que se toma usualmente es el etílico. La diferencia química entre ambos es poca y una destilación poco controlada en cuanto a temperatura, como suele ocurrir en las sacas, puede producir ambos. Estaban consternados. ¡El guaro de contrabando puede ser altamente tóxico! Discurrieron sobre otros resultados del análisis, mencionaron formaldehídos y otros compuestos que no retengo, ya menos tensos, comentaron: “Este guaro, además de la tremenda goma, da diarrea al día siguiente”.

Estas otras impurezas podían ser el resultado de los intentos por acelerar la fermentación por métodos nada higiénicos. Una investigación halló que hubo otros dos bebedores. Uno quedó internado de por vida en el Asilo Chapuí y el otro, ciego. Ambos por el alcohol metílico.

Los dos científicos presentaron sus resultados en un congreso médico y se inició una campaña educativa en contra del guaro de contrabando, no ya por razones fiscales, sino de salud pública. Rodolfo, primer médico con especialidad en patología, siempre dio su cátedra en el Hospital San Juan de Dios y formó a muchos. Se le reconoce como el padre de la patología. Ennio, farmacéutico y docente de la Facultad de Farmacia, químico autodidacto, participó en la fundación del Departamento de Química de la Universidad de Costa Rica y fue su profesor de química analítica cuantitativa, entre otras. Le fue otorgado el título de profesor emérito.

Profunda huella. Al cumplirse diez años de la partida del químico, el patólogo lo siguió después, dejé que mi mente vagara sobre recuerdos placenteros y el encuentro entre estos dos maestros fue el que me vino con fuerza. Dos científicos de mente práctica y vocación docente, que a mis ojos juveniles, casi infantiles, en este par de escenas narradas, dejaron profunda huella, que hoy aquilato mejor: el compromiso de la investigación científica con las necesidades del prójimo, el altruismo intelectual, la fe en la inteligibilidad de los fenómenos y la disciplina para encontrarla, y la profunda satisfacción cuando se cumple con todo lo anterior.

Años después, sus imágenes siguen creciendo y el agradecimiento también, de quien fue, en aquel momento, su testigo mudo. Diez años después de su partida, dejo la constancia.

La Nación, sábado 20 de diciembre de 2008

El doctor Isaías Álvarez Alfaro

Abnegado discípulo de Hipócrates

La mayoría de quienes lo conocimos en vida lo conocíamos como el Doctor. Personificaba la profesión médica, a la que entregó su vida profesional. No precisábamos de otro nombre, él era el Doctor. Vivió la medicina como apostolado.
Todos los médicos hacen, antes de iniciar el ejercicio profesional, el juramento hipocrático en su versión moderna (adaptación al presente del juramento desarrollado por el gran médico griego Hipócrates). Es un juramento exigente y de renuncia personal y profesional. Su primer verso lo resume todo magistralmente: “Prometo solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad”.
Abnegado discípulo. Pues el Doctor nunca se interesó mucho por su consultorio privado. Ejerció desde la Caja Costarricense de Seguro Social y se entregó de lleno al Hospital Calderón Guardia, a la cirugía, dedicándole largas horas al estudio y la docencia, hasta que problemas de salud lo hicieron decidir, por precaución propia, trasladarse a una Clínica de la Caja. Cuando se jubiló, lejos de fortalecer su consultorio privado, lo cerró, y atendía en los consultorios de Sor María Romero a quienes lo necesitasen. Mantuvo este abnegado discípulo de Hipócrates, por todos los medios a su alcance, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica.
Su fino intelecto se mantenía siempre al día en eventos políticos y económicos en el país y en el mundo, y disfrutaba enormemente de largas conversaciones con científicos sociales, a quienes bombardeaba con incisivas preguntas para entender los fenómenos que percibía.
Otra pasión. Poseía un inigualable sentido del humor, era bueno para los apodos y tenía una gran pasión futbolística por su Liga Deportiva Alajuelense, que solo se ablandó cuando tuvo que aceptar, con una sonrisa, que algunos de sus nietos le salieron saprissistas.
Cuando enfermó, como médico, sabía todo lo que le aguardaba, y lo manejó con resignación. Fue un hombre ejemplar.
Hacia el final de su larga agonía, cuando quizás ya podía escudriñar los secretos de los cielos, comentó a su primogénita: “Solo amor… solo amor…”. Esa quiso que fuera su última enseñanza.
Desde los cielos ya encontrará los medios para seguir prodigando sus enseñanzas y, quizás, hasta curando.

La Nación, viernes 29 de junio de 2007

Leyenda viviente

Tensia Fonseca es una mujer incansable

En el área de Washington D.C. una leyenda viviente da clases de ballet como lo ha hecho por 50 años. Da clases de punta. No quiere que sus alumnas se lesionen. La mezcla de entusiasmo, humor y severidad de esta maestra no disminuye con los años. El tiempo libre lo dedica a cuidar con sus propias manos el jardín más lindo del vecindario y sus nueve nietos. Con más de ochenta años es incansable.
Tensia Fonseca recibió el 18 de mayo del 2003 uno de los honores más grandes del mundo artístico de Washington. El jurado convocado por la Washington Perfoming Arts Society le entregó el premio por los logros de toda una vida: Pola Nirenska Lifetime Achievement Award (Pola Nirenska fue un bailarín de Washington). ¡Esta leyenda es costarricense!
En su vida ha tenido que enfrentar retos duros de muerte prematura en su familia inmediata, pero siempre ha emergido fortalecida a reconstruir su futuro.
Nuevos horizontes. A los 23 años decidió irse para Nueva York para continuar estudios de ballet . En San José no podía avanzar mucho más. En unas vacaciones en Washington conoció a Jaime Fonseca, periodista que trabajaba en la Embajada de Costa Rica. Se trasladó a estudiar en la Escuela de Ballet de Washington. Ahí tuvo una audición en una compañía que es el sueño de toda bailarina, la American Ballet Company. En vista de que tres meses después no recibía ninguna oferta de contrato, ella y Jaime decidieron casarse. Dos días después llegó la oferta. “En esos tiempos uno no se separaba del esposo”. Tampoco Tensia se cruzaba de brazos.
Reconoció el talento de una niña del vecindario mientras esta jugaba. Le ofreció dar clases. Pronto estaba enseñando a bailar a un grupo de niñas del vecindario. Su esposo tomó vacaciones para acondicionarle el sótano de la casa para dar clases y él mismo tomaba un par de tardes a la semana para venir a tocar el piano en la clase de ballet . Como muchos de la familia Fonseca, tenía una gran habilidad musical. La escuela creció y se estableció en Wheaton como la Maryland School of Ballet. Luego se trasladó a Bethesda, donde se encuentra actualmente como fundación sin fines de lucro denominada Maryland Youth Ballet, donde Tensia continúa impartiendo clases.
Enseñanza clásica. Tensia ha enseñado a bailarinas principales del American Ballet Theatre, como Susan Jaffe y Julie Kent. Pero quizás su contribución mayor es rescatar las enseñanzas clásicas, no solo para que no se pierdan pasos que otros han olvidado, sino que es un baluarte frente a una moda, desarrollada por el coreógrafo George Balancine y adoptada por la mayoría, que provoca lesiones en las bailarinas por la hiperextensión de las caderas. Estas lesiones hacen que terminen temprano con sus carreras y con dolor para el resto de sus vidas. Tensia, por el contrario, parte del alineamiento de pie, pierna y cadera.
Esta leyenda del ballet clásico es un baluarte de un arte bellísimo que se encuentra amenazado por concepciones erróneas sobre las posibilidades del cuerpo humano.

La Nación, martes 10 de junio de 2003