El modelo
exportador de don Álvaro Montero Mejía
Ennio Rodríguez
El modelo exportador. En su segunda entrega el Dr. Álvaro Montero en su crítica a mi
artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas” me hace defensor del modelo de
promoción de exportaciones, para luego criticarle sus limitaciones. Para ello
saca de contexto una afirmación mía reconociendo ciertos éxitos de la atracción
de inversiones y promoción de importaciones. Pero para empezar, no hice ninguna
apología del supuesto modelo, por lo tanto, criticar lo que don Álvaro llama “modelo”
no es necesariamente una crítica a mi planteamiento. Todo lo contrario, mi
esfuerzo fue mostrar las debilidades y consecuencias de estos programas
estratégicos, es más ni siquiera creo que se merecen el nombre de
“modelo”. Por el contrario estos programas,
en ausencia de otros que los complementen, y reconociendo que se dieron abusos
públicos y notorios, constituyen una de las fuentes de alimentación de las
fuerzas centrífugas o disgregadoras a las que hice referencia en tres de mis
artículos publicados en otro medio. Eso sí, me parece importante ir definiendo
puntos de encuentro en el análisis para poder buscar elementos de convergencia
en la propuesta para el desarrollo nacional.
Ante las fuerzas disgregadoras, tenemos la responsabilidad de identificar
también las fuerzas de convergencia ante las demandas de rectificación del
modelo de desarrollo costarricense. El esfuerzo exportador es claramente
insuficiente como modelo de desarrollo y debe complementarse, como ya lo he
indicado anteriormente con un mejoramiento sustancial del clima de negocios
para las pymes, fortalecer los programas de encadenamientos de estas con el
sector de zonas francas, mayor inversión en infraestructuras y programas
sociales, y, necesariamente, una reforma fiscal, solo para plantear algunos
elementos.
Deuda externa. Cuando don Luis Alberto Monge me hizo el honor de nombrarme
Ministro Consejero para Asuntos de Financiamiento y Deuda Externa, hicimos un
esfuerzo de demostrar cuantitativamente la incapacidad de pagar la deuda en los
términos programados (para lo cual usamos un modelo de consistencia del propio
Banco Mundial –BM–), trabajamos con la opinión pública, particularmente con los
sindicatos e invitamos a otros países que compartían con nosotros las
características de estar altamente endeudados y ser pequeños, e hicimos una
denuncia, que tuvo acogida, que la comunidad internacional no nos prestaba
suficiente atención, pues estaba preocupada por lo grandes deudores. Al final,
Costa Rica logró abrir brecha. Recuerdo un argumento que presentamos era que
los organismos internacionales no dejaban que el mercado operara. En un sistema de mercado si dos partes hacen un
mal negocio, pues tienen que asumir las pérdidas. Los préstamos fueron hechos
irresponsablemente, como señala don Álvaro, pero el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y otros pretendían que se honraran a los precios en libros, no a los
precios de mercado, los cuales ya mostraban descuentos importantes. Un
argumento sin bases en lo legal y económico y se basaba en impedir que funcionara
el mercado, por cuanto este no le convenía a los bancos… Finalmente, los países
lograron renegociaciones de sus deudas por debajo de los precios de mercado.
Costa Rica fue el primero.
El inicio de la apertura
externa. Primero debo aclarar que la apertura era
ineludible. La sustitución de importaciones de importaciones en el marco de
Centroamérica y la exportación de bienes primarios a terceros mercados, tenía
las limitaciones que Prebisch y otros en la CEPAL ya habían señalado, su
tendencia recurrente a generar crisis del sector externo. Raúl Prebisch,
proponente de la sustitución de importaciones, muy claramente había señalado
que esta debía ser temporal y el objetivo debía ser desarrollar exportaciones
industriales (incluso industrialización se planteaba en esas décadas de los
sesenta y sesenta como sinónimo de desarrollo). Las crisis petroleras seguidas
de la crisis de la deuda (estaban vinculadas) precipitaron y vinieron a
complicar el tránsito hacia la apertura. Pero este era ineludible.
Condicionalidad cruzada.
La discusión eran los términos, condiciones y
características de esa apertura. Recuerdo 1985, año pre-electoral, Costa Rica
enfrentaba lo que se denominó la condicionalidad cruzada, mediante la cual la
renegociación de la deuda se condicionaba a un acuerdo con el FMI y a un
préstamo de ajuste estructural con el BM. El FMI condicionaba su apoyo a
acuerdos con los bancos y el BM, y este al acuerdo con el FMI. Nos tenían
amarrados y eran en los meses álgidos de la campaña de 1986. El BM (el cual
vivía los momentos más extremos del fundamentalismo de mercado) pretendía que
Costa Rica hiciera una liberalización de shock a la chilena: adoptar un arancel
único y uniforme para bienes finales, intermedios y materias primas, lo cual
además significaba salirnos del mercado centroamericano. Las negociaciones
llegaron al más alto nivel. El Presidente Monge Álvarez les indicó a los
funcionarios del BM que él no pasaría a la historia como el Presidente que
había destruido la industria nacional ni el mercado centroamericano. A partir
de ese momento pudimos negociar una apertura gradual, en el marco del mercado
centroamericano y con un importante programa de salvamento de empresas. Por eso
don Álvaro, su crítica a los llamados PAEs no hace justicia a nuestra historia,
particularmente al capítulo del Presidente Monge Álvarez.