viernes, 21 de septiembre de 2012


Las fuerzas disgregadoras de don Álvaro Montero

Ennio Rodríguez

Me distingue mi estimado profesor don Álvaro Montero con una serie de comentarios a mi artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas”, el segundo de una serie de tres artículos míos, los cuales se dividen en tres por razones de límites de espacio en los ensayos que publican los diarios. No obstante, mis planteamientos solo se completan hasta el tercero.  Pero procedo a comentar el primero de la serie correspondiente de don Álvaro. Hago énfasis en los temas de desacuerdo, pues en muchos es más una diferencia de lenguaje que de fondo.

Fuerzas centrífugas. Las fuerzas disgregadoras de don Álvaro no son las mismas que yo planteo. Mi aproximación a la realidad difiere de la suya en el sentido de que no trato de listar aquello que no me gusta, sino que intento buscar en las tendencias de la historia social y económica, propias de la dinámica costarricense aquellas que son fuerzas de cambio potencial.  Es decir, mi método no es enfrentar una utopía a la realidad, sino intentar una aproximación haciendo uso de las ciencias sociales para determinar las posibilidades de cambio que existen o pudiesen haber existido en el pasado y no se aprovecharon. Mi motivación central es señalar que por treinta años hemos desaprovechado oportunidades y que muchas de estas aún están ahí, pero tendría que convertirse en bases de planteamientos políticos para transformar a Costa Rica en un país más desarrollado y más solidario. Sería interesante si don Álvaro nos aclara cuál es el modelo alterno a partir del cual plantea sus críticas, en particular cuál es su visión actual en la relación entre estado y mercado, de sus palabras no logro percibir un planteamiento, sino una colección de temas que no le gustan.

Para empezar, en el siglo XXI vivimos el cumplimiento de una de las predicciones centrales de Karl Marx, que el capitalismo llegaría a ser el modo de producción dominante, eso es lo que interpreto don Álvaro llama “las fuerzas corporativas de la globalización”.  Con esto quiero decir que puede ser que nos guste o no nos guste el capitalismo, pero este es el modo de producción dominante y ni Costa Rica ni   economía alguna del planeta es ajena a sus fuerzas. Incluso China ha adoptado lo que pareciera ser una variante de capitalismo de estado liderada por el propio Partido Comunista auto-reformado.  A partir de esta realidad, se pueden construir las opciones que mediante la política nacional se pueden conformar para mitigar efectos indeseables de esas fuerzas globales y también tomar ventaja de las oportunidades que puedan brindar, pero no podemos ser ajenos a esas fuerzas.

En ese marco, he criticado el patrón de crecimiento costarricense (más extensamente desarrollado en un artículo anterior “Nuestras oportunidades perdidas” miopinioncr.blogspot.com/2012/06/nuestras-oportunidades-perdidas.html), el cual ha privilegiado excesivamente a las empresas de zonas francas, no critico que se atraigan, por cuanto la tecnología y el acceso a mercados de punta, requiere de la presencia de las empresas trasnacionales. Pero sí cuestiono que a las pymes y en general, a las empresas que producen para el mercado nacional y centroamericano, no se les han creado condiciones adecuadas de competitividad, con lo cual se ha fomentado indirectamente el surgimiento de un sector informal. Lo cual no equivale a plantear con Rodolfo Cerdas que existían posibilidades para pensar que la industrialización basada en la burguesía nacional podía dar pie a un frente popular anti-imperialista y lograr un desarrollo auto-centrado como lo recomendaban planteamientos en boga en la década de los setenta. Esa opción no simplemente no existió. El proceso de transnacionalización de la producción ya había empezado. No  es válido criticar el pasado a partir de opciones inexistentes.

También cuestiono que no se haya logrado una reforma fiscal que modernice el sistema tributario y distribuya más equitativamente las cargas, y esto incide centralmente en el problema de concentración de riqueza que estamos viviendo, lo cual es un factor disgregador evidente, además de limitar las capacidades de inversión pública en infraestructura y en programas sociales. Un planteamiento progresista tiene que incluir una reforma fiscal para potenciar el crecimiento vía la inversión pública y la redistribución vía impuestos y, principalmente gastos sociales.

El ser costarricense. Discrepa don Álvaro de mi interpretación del ser costarricense para lo cual hace dos argumentos que no contradicen mi planteamiento. Se refiere primero a la Generación del Olimpo de finales del siglo XIX que abraza el libre cambio y establece las bases del estado liberal. Esa generación logró ese salto cualitativo en el desarrollo nacional en el marco de esa mentalidad prevaleciente. Igualmente los reformadores del siglo XX Manuel Mora, Monseñor Sanabria, Rafael Ángel Calderón Guardia y José Figueres, para mencionar solo los principales líderes, nuevamente se elevan de su medio y logran plantear y concretar reformas visionarias. Pero esto no cambia el modo huraño y desconfiado de los ticos. Remito a observadores agudos como don Constantino Láscaris, quien ahondó en el tema.

El papel de las instituciones. Confunde don Álvaro periodos y método de análisis cuanto me critica por mi referencia a la teoría de la modernización de Max Weber, aplicada a Europa del siglo XIX (Economía y Sociedad y Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo) cuando la aplica para describir, lejos de mis intenciones, al capitalismo contemporáneo. El planteamiento de Weber lo traje a colación por cuanto si bien no agota el tema del desarrollo, sí establece uno de sus requisitos: el desarrollo de una marco legal e institucional de convivencia, las bases para el contrato social de Rousseau. Toda sociedad que logre desarrollarse debe cumplir con este tránsito. Mientras el neoliberalismo pone el énfasis en la liberalización de los mercados, yo pongo gran énfasis en el desarrollo legal e institucional. Desde luego que este análisis no pretende ser válido como descripción del capitalismo desarrollado contemporáneo como pretende don Álvaro. A este lo caracterizaría por la internacionalización de la producción y de los movimientos financieros, el capital ganó la partida en el conflicto entre trabajo y capital. Por primera vez en la historia, el capitalismo es el modo de producción dominante. Como dijo Warren Buffet: “Es lucha de clases. Mi clase está ganando pero no debería”. Por su parte, la economía política de los abusos que desembocaron en la Gran Recesión de 2008-9 y su manejo posterior es elocuente en cuanto a la impunidad y beneficios desmedidos del sector financiero. Pero esto no descarta que ocurren en un marco de respeto a la legalidad de parte de la sociedad en general y, en particular, de las clases medias que bien describió Weber, y que se constituye en uno de los desafíos para los países subdesarrollados: el desarrollo de instituciones eficientes y de marcos de convivencia basados en la legalidad. A eso hacía referencia a partir de mi preocupación de identificar condiciones necesarias para el desarrollo nacional.