Las fuerzas disgregadoras de don Álvaro
Montero
Ennio Rodríguez
Me distingue mi estimado profesor don Álvaro Montero con
una serie de comentarios a mi artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas”, el
segundo de una serie de tres artículos míos, los cuales se dividen en tres por
razones de límites de espacio en los ensayos que publican los diarios. No
obstante, mis planteamientos solo se completan hasta el tercero. Pero procedo a comentar el primero de la
serie correspondiente de don Álvaro. Hago énfasis en los temas de desacuerdo,
pues en muchos es más una diferencia de lenguaje que de fondo.
Fuerzas
centrífugas. Las fuerzas
disgregadoras de don Álvaro no son las mismas que yo planteo. Mi aproximación a
la realidad difiere de la suya en el sentido de que no trato de listar aquello
que no me gusta, sino que intento buscar en las tendencias de la historia
social y económica, propias de la dinámica costarricense aquellas que son
fuerzas de cambio potencial. Es decir, mi
método no es enfrentar una utopía a la realidad, sino intentar una aproximación
haciendo uso de las ciencias sociales para determinar las posibilidades de
cambio que existen o pudiesen haber existido en el pasado y no se aprovecharon.
Mi motivación central es señalar que por treinta años hemos desaprovechado
oportunidades y que muchas de estas aún están ahí, pero tendría que convertirse
en bases de planteamientos políticos para transformar a Costa Rica en un país
más desarrollado y más solidario. Sería interesante si don Álvaro nos aclara
cuál es el modelo alterno a partir del cual plantea sus críticas, en particular
cuál es su visión actual en la relación entre estado y mercado, de sus palabras
no logro percibir un planteamiento, sino una colección de temas que no le
gustan.
Para empezar, en el siglo XXI vivimos el cumplimiento de
una de las predicciones centrales de Karl Marx, que el capitalismo llegaría a
ser el modo de producción dominante, eso es lo que interpreto don Álvaro llama
“las fuerzas corporativas de la globalización”.
Con esto quiero decir que puede ser que nos guste o no nos guste el
capitalismo, pero este es el modo de producción dominante y ni Costa Rica ni economía alguna del planeta es ajena a sus
fuerzas. Incluso China ha adoptado lo que pareciera ser una variante de
capitalismo de estado liderada por el propio Partido Comunista
auto-reformado. A partir de esta
realidad, se pueden construir las opciones que mediante la política nacional se
pueden conformar para mitigar efectos indeseables de esas fuerzas globales y
también tomar ventaja de las oportunidades que puedan brindar, pero no podemos
ser ajenos a esas fuerzas.
En ese marco, he criticado el patrón de crecimiento costarricense
(más extensamente desarrollado en un artículo anterior “Nuestras oportunidades
perdidas” miopinioncr.blogspot.com/2012/06/nuestras-oportunidades-perdidas.html),
el cual ha privilegiado excesivamente a las empresas de zonas francas, no
critico que se atraigan, por cuanto la tecnología y el acceso a mercados de
punta, requiere de la presencia de las empresas trasnacionales. Pero sí
cuestiono que a las pymes y en general, a las empresas que producen para el
mercado nacional y centroamericano, no se les han creado condiciones adecuadas
de competitividad, con lo cual se ha fomentado indirectamente el surgimiento de
un sector informal. Lo cual no equivale a plantear con Rodolfo Cerdas que
existían posibilidades para pensar que la industrialización basada en la
burguesía nacional podía dar pie a un frente popular anti-imperialista y lograr
un desarrollo auto-centrado como lo recomendaban planteamientos en boga en la
década de los setenta. Esa opción no simplemente no existió. El proceso de
transnacionalización de la producción ya había empezado. No es válido criticar el pasado a partir de
opciones inexistentes.
También cuestiono que no se haya logrado una reforma
fiscal que modernice el sistema tributario y distribuya más equitativamente las
cargas, y esto incide centralmente en el problema de concentración de riqueza
que estamos viviendo, lo cual es un factor disgregador evidente, además de
limitar las capacidades de inversión pública en infraestructura y en programas
sociales. Un planteamiento progresista tiene que incluir una reforma fiscal
para potenciar el crecimiento vía la inversión pública y la redistribución vía
impuestos y, principalmente gastos sociales.
El ser
costarricense. Discrepa don
Álvaro de mi interpretación del ser costarricense para lo cual hace dos
argumentos que no contradicen mi planteamiento. Se refiere primero a la
Generación del Olimpo de finales del siglo XIX que abraza el libre cambio y
establece las bases del estado liberal. Esa generación logró ese salto
cualitativo en el desarrollo nacional en el marco de esa mentalidad
prevaleciente. Igualmente los reformadores del siglo XX Manuel Mora, Monseñor
Sanabria, Rafael Ángel Calderón Guardia y José Figueres, para mencionar solo los
principales líderes, nuevamente se elevan de su medio y logran plantear y
concretar reformas visionarias. Pero esto no cambia el modo huraño y
desconfiado de los ticos. Remito a observadores agudos como don Constantino
Láscaris, quien ahondó en el tema.
El papel de las
instituciones. Confunde don
Álvaro periodos y método de análisis cuanto me critica por mi referencia a la
teoría de la modernización de Max Weber, aplicada a Europa del siglo XIX (Economía
y Sociedad y Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo) cuando
la aplica para describir, lejos de mis intenciones, al capitalismo
contemporáneo. El planteamiento de Weber lo traje a colación por cuanto si bien
no agota el tema del desarrollo, sí establece uno de sus requisitos: el
desarrollo de una marco legal e institucional de convivencia, las bases para el
contrato social de Rousseau. Toda sociedad que logre desarrollarse debe cumplir
con este tránsito. Mientras el neoliberalismo pone el énfasis en la
liberalización de los mercados, yo pongo gran énfasis en el desarrollo legal e
institucional. Desde luego que este análisis no pretende ser válido como
descripción del capitalismo desarrollado contemporáneo como pretende don Álvaro.
A este lo caracterizaría por la internacionalización de la producción y de los
movimientos financieros, el capital ganó la partida en el conflicto entre
trabajo y capital. Por primera vez en la historia, el capitalismo es el modo de
producción dominante. Como dijo Warren Buffet: “Es lucha de clases. Mi clase está
ganando pero no debería”. Por su parte, la economía política de los abusos que
desembocaron en la Gran Recesión de 2008-9 y su manejo posterior es elocuente
en cuanto a la impunidad y beneficios desmedidos del sector financiero. Pero esto
no descarta que ocurren en un marco de respeto a la legalidad de parte de la
sociedad en general y, en particular, de las clases medias que bien describió
Weber, y que se constituye en uno de los desafíos para los países
subdesarrollados: el desarrollo de instituciones eficientes y de marcos de
convivencia basados en la legalidad. A eso hacía referencia a partir de mi
preocupación de identificar condiciones necesarias para el desarrollo nacional.