La leyenda urbana de don Álvaro Montero
Ennio Rodríguez
En su cuarto artículo de
comentario a uno mío titulado “Nos
amenazan fuerzas centrífugas”, inicia mi distinguido profesor don Álvaro
Montero con acotaciones con las cuales estoy de acuerdo sobre la propagación
del consumismo y el individualismo, sobre lo cual también he publicado
anteriormente. Para mí, este materialismo individualista es quizás la fuerza
más destructora de las sociedades contemporáneas. Las peores consecuencias de
la globalización provienen precisamente de su conjunción con los valores
consumistas individualistas. Pero aclaro, estos Los cuales son valores y no
ideología, y de adopción rápida, pues parten de un principio hedonista, por eso
la publicidad induce tan efectivamente estos patrones de comportamiento.
No tengo ningún problema en
discutir sobre el crimen organizado transnacional. Mi apretada síntesis sobre el tema tenía el
objetivo de introducir esta importante
fuerza disociadora de nuestra Costa Rica contemporánea parte del reconocimiento
geográfico de nuestra ubicación en una ruta de tránsito entre los países
productores andinos y los grandes mercados consumidores, particularmente
Estados Unidos. Desafortunadamente, a
pesar de que las causas iniciales son foráneas, estas echan raíces
en nuestro medio, de tal manera, que la evolución de territorio de
tránsito lleva aparejada un aumento del consumo, eventualmente producción y
lavado, y un aumento de la violencia. Las situaciones de pobreza y desigualdad
en la distribución del ingreso y la atracción del consumismo desenfrenado son
el caldo de cultivo para que una población de jóvenes se coloquen en una
situación de riesgo. Por eso la sociedad de invertir en estas poblaciones
riesgo. Por eso el gasto social debe
aumentar. Por eso los ingresos fiscales deben aumentar. El mejor combate a los estragos del
narcotráfico se asienta en sólidos programas de prevención social. Pero debido al origen inicialmente externo
del problema debe reconocerse una responsabilidad compartida con los países
productores y consumidores con los centroamericanos. No obstante, la
responsabilidades no se han asumido en la manera diferenciada que los aportes
al problema deberían significar en aportes a su enfrentamiento.
Luego de acuerdo con su método
discursivo, don Álvaro hace un cambio conceptual, sobre la marcha, para, de esta
manera, cuestionar mi argumentación sobre la leyenda urbana en torno al
neoliberalismo. En mi concepción este es una ideología que parte del
presupuesto que toda acción del Estado arroja resultados contrarios al bien
común. Es una ideología y no un proceso
histórico. Don Álvaro asimila el concepto de neoliberalismo a la globalización
y a la economía política de sus vinculaciones con los intereses locales. Puedo
estar más o menos de acuerdo con su descripción del proceso histórico y en la
ponderación de las variables explicativas. Pero esto no es neoliberalismo. Esta
es la confusión metodológica que produce la leyenda urbana. Una cosa son las
fuerzas materiales del cambio tecnológico, las lógicas de los mercados, las
apropiaciones de las rentas monopólicas que estos generan y sus impactos en la
distribución del ingreso, lo cual se vincula, pero no de una manera
determinística, con los procesos políticos. La discusión ideológica pertenece a
otro plano pues es un instrumento de la política. Atribuir el concepto de
neoliberalismo a las corrientes históricas del desarrollo material, que
trascienden la política y la discusión de las ideologías, es el origen de las
confusiones de muchos de los discursos que intentan ser progresistas en nuestro
medio.
Bajo este expediente si el
neoliberalismo es una ideología representada por unas cuantas personas, que
supuestamente dominan algunos partidos políticos, pero a la vez el
neoliberalismo es la principal fuerza de cambio mundial producido por el
triunfo del capitalismo como modo de producción dominante, se cae en el
simplismo de pensar que es suficiente hacer una gran coalición anti-neoliberal (como
movimiento ideológico político) para destronar
el egoísmo consumista y dar pie a una utopía humanista solidaria.
Además, puede dar origen a una cacería de brujas, pues es suficiente endilgarle
el calificativo de “neoliberal” a cualquier persona para descalificarla
totalmente en los planos intelectuales y políticos. No don Álvaro, la discusión
debe ser sobre las alternativas de cambio político, pero asentadas en el
análisis de la realidad. Estoy de acuerdo que la meta debe ser lograr una
sociedad asentada sobre pilares de humanismo y solidaridad, pero también sobre
un fundamento de eficiencia y competitividad internacional de la
producción. Cómo se articula esto es el
desafío de nuestros tiempos. Pero me
temo que plantear una gran coalición anti-neoliberal para lograr todo esto, es
un proyecto político asentado en un diagnóstico producto de una leyenda urbana
basada en una confusión de una ideología con las fuerzas de la historia y, por
lo tanto, sin planteamiento alternativo coherente. Oponer una ideología no es
lo mismo que intervenir en las fuerzas de la historia, especialmente si se reconoce la existencia de un modo de
producción dominante.