viernes, 21 de septiembre de 2012


La leyenda urbana de don Álvaro Montero
Ennio Rodríguez
En su cuarto artículo de comentario a  uno mío titulado “Nos amenazan fuerzas centrífugas”, inicia mi distinguido profesor don Álvaro Montero con acotaciones con las cuales estoy de acuerdo sobre la propagación del consumismo y el individualismo, sobre lo cual también he publicado anteriormente. Para mí, este materialismo individualista es quizás la fuerza más destructora de las sociedades contemporáneas. Las peores consecuencias de la globalización provienen precisamente de su conjunción con los valores consumistas individualistas. Pero aclaro, estos Los cuales son valores y no ideología, y de adopción rápida, pues parten de un principio hedonista, por eso la publicidad induce tan efectivamente estos patrones de comportamiento.
No tengo ningún problema en discutir sobre el crimen organizado transnacional.  Mi apretada síntesis sobre el tema tenía el objetivo de introducir  esta importante fuerza disociadora de nuestra Costa Rica contemporánea parte del reconocimiento geográfico de nuestra ubicación en una ruta de tránsito entre los países productores andinos y los grandes mercados consumidores, particularmente Estados Unidos.  Desafortunadamente, a pesar de que las causas iniciales son foráneas, estas  echan raíces  en nuestro medio, de tal manera, que la evolución de territorio de tránsito lleva aparejada un aumento del consumo, eventualmente producción y lavado, y un aumento de la violencia. Las situaciones de pobreza y desigualdad en la distribución del ingreso y la atracción del consumismo desenfrenado son el caldo de cultivo para que una población de jóvenes se coloquen en una situación de riesgo. Por eso la sociedad de invertir en estas poblaciones riesgo.  Por eso el gasto social debe aumentar. Por eso los ingresos fiscales deben aumentar.  El mejor combate a los estragos del narcotráfico se asienta en sólidos programas de prevención social.  Pero debido al origen inicialmente externo del problema debe reconocerse una responsabilidad compartida con los países productores y consumidores con los centroamericanos. No obstante, la responsabilidades no se han asumido en la manera diferenciada que los aportes al problema deberían significar en aportes a su enfrentamiento.
Luego de acuerdo con su método discursivo, don Álvaro hace un cambio conceptual, sobre la marcha, para, de esta manera, cuestionar mi argumentación sobre la leyenda urbana en torno al neoliberalismo. En mi concepción este es una ideología que parte del presupuesto que toda acción del Estado arroja resultados contrarios al bien común.  Es una ideología y no un proceso histórico. Don Álvaro asimila el concepto de neoliberalismo a la globalización y a la economía política de sus vinculaciones con los intereses locales. Puedo estar más o menos de acuerdo con su descripción del proceso histórico y en la ponderación de las variables explicativas. Pero esto no es neoliberalismo. Esta es la confusión metodológica que produce la leyenda urbana. Una cosa son las fuerzas materiales del cambio tecnológico, las lógicas de los mercados, las apropiaciones de las rentas monopólicas que estos generan y sus impactos en la distribución del ingreso, lo cual se vincula, pero no de una manera determinística, con los procesos políticos. La discusión ideológica pertenece a otro plano pues es un instrumento de la política. Atribuir el concepto de neoliberalismo a las corrientes históricas del desarrollo material, que trascienden la política y la discusión de las ideologías, es el origen de las confusiones de muchos de los discursos que intentan ser progresistas en nuestro medio.
Bajo este expediente si el neoliberalismo es una ideología representada por unas cuantas personas, que supuestamente dominan algunos partidos políticos, pero a la vez el neoliberalismo es la principal fuerza de cambio mundial producido por el triunfo del capitalismo como modo de producción dominante, se cae en el simplismo de pensar que es suficiente hacer una gran coalición anti-neoliberal (como movimiento ideológico político) para destronar  el egoísmo consumista y dar pie a una utopía humanista solidaria. Además, puede dar origen a una cacería de brujas, pues es suficiente endilgarle el calificativo de “neoliberal” a cualquier persona para descalificarla totalmente en los planos intelectuales y políticos. No don Álvaro, la discusión debe ser sobre las alternativas de cambio político, pero asentadas en el análisis de la realidad. Estoy de acuerdo que la meta debe ser lograr una sociedad asentada sobre pilares de humanismo y solidaridad, pero también sobre un fundamento de eficiencia y competitividad internacional de la producción.  Cómo se articula esto es el desafío de nuestros tiempos.  Pero me temo que plantear una gran coalición anti-neoliberal para lograr todo esto, es un proyecto político asentado en un diagnóstico producto de una leyenda urbana basada en una confusión de una ideología con las fuerzas de la historia y, por lo tanto, sin planteamiento alternativo coherente. Oponer una ideología no es lo mismo que intervenir en las fuerzas de la historia, especialmente si se  reconoce la existencia de un modo de producción dominante.




De la corrupción y otros demonios de don Álvaro Montero
Ennio Rodríguez
Fuera de contexto. Nuevamente recurre don Álvaro al expediente de sacar frases de contexto de mi artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas” para atacarme por posiciones que no son las mías.  En un contexto en donde argumentaba que el Estado no ha acometido tareas primordiales como la inversión en infraestructuras, es decir cuando argumentaba que el problema de nuestro desarrollo es falta de Estado y no exceso de Estado, aproveché para decir que funciones hoy no necesarias, como producir licores, que tuvo su justificación en su momento, no habían sido revisadas, don Álvaro  la convierte en una afirmación del prejuicio ideológico neoliberal que toda intervención del Estado es contraproducente. Nada más lejos de mis intenciones ni del texto en que está inmersa la frase de marras. Mi posición ideológica no es neoliberal, ni tampoco comulga con el simplismo de pensar que  lo que ocurrió en Costa Rica fue una reforma neoliberal. Mi contribución, incomprendida por muchos, don Álvaro incluido, es intentar dilucidar las fuerzas más complejas, no reducibles a estereotipos, que explican nuestra situación actual y los desafíos hacia delante. Por lo tanto, el camino fácil es reducirme a los estereotipos en boga, para luego criticar los estereotipos.
De acuerdo don Álvaro, el desafío es mantener los empleados públicos ocupados y productivos. El aumento injustificado de la planilla estatal y sus remuneraciones explica, en parte, el problema fiscal y complica las opciones futuras  del accionar público.
Ausencia de proyecto nación. Cuestiona don Álvaro mi  proposición de que no se contaba con un proyecto nación cuando estallan los grandes casos de corrupción.  Para eso hace referencia a algunos de los logros en materia de políticas públicas e inversiones estratégicas como electricidad y agua. Todo lo cual lo comparto y no cuestiono.  Pero sí cuestiono que el modelo de crecimiento era incapaz de generar las opciones de empleo bien remunerado a la creciente fuerza laboral, en parte por la discriminación en contra de las empresas nacionales, las cuales siguen esperando una simplificación de trámites para volverse más competitivas.  De acuerdo con los índices internacionales respectivos estamos bastante atrasados. También me parece una verdadera barbaridad que por treinta años prácticamente se detuvo la inversión pública en carreteras, puertos y aeropuertos, lo cual son prerrequisito  y fuente de crecimiento.  Don Álvaro, los avances sociales y en algunos campos de infraestructura no se pueden sostener y menos profundizar sin una un replanteamiento del modelo de crecimiento y una reforma fiscal y un uso inteligente del endeudamiento externo (no para pagar gastos corrientes). Sobres estas materias, claves para un proyecto nación, seguimos en deuda intelectuales y políticos, y me ubico más en la primera categoría que en la segunda. A eso me refería don Álvaro, un estado fuerte, capaz de redistribuir el ingreso, solo se puede basar en una economía que crece vigorosamente y contribuye fiscalmente.  Pero no creo que exista  un modelo de estatización de la producción que funcione en el siglo XXI.  Desconozco su posición al respecto.
Den la corrupción y sus demonios. Ninguna presunción de buena fe sobre los casos de corrupción se puede colegir de mis palabras  y no entiendo su intención al afirmarlo.  Mis comentarios sí dicen lo destructivo que han sido para el sistema político los casos de corrupción, los cuales no los defiendo ni justifico y además, les reclamo que desprestigiaron y corrompieron los procedimientos de emergencia.  Esto además en un entorno de entrabamiento del accionar público.
Desliza don Álvaro la frase  “a muchos les conviene que todas las culpas recaigan en doña Laura…” No me achaca pertenecer a ese grupo, pero de frente le digo que no soy partidario de simplismos ni de lanzar afirmaciones contrarias a la verdad evidente. En lo de la corrupción, que cada palo aguante su vela y solo espero que el sistema de justica sea capaz de brindar una justicia pronta y cumplida en todos los casos.
Finalmente, quiero decirle que la invasión de competencias entre los poderes de la República tiene postrada la democracia nuestra, tema que desarrollo en mi artículo posterior al que me comenta don Álvaro titulado “Ante la disyuntiva nacional”, y no repetiré aquí, pero en resumen argumento que debe recomponerse la división de poderes y realizar una reforma política profunda; recomponer el modelo de crecimiento; y replantear y fortalecer los mecanismos de distribución del ingreso.


 El modelo exportador de don Álvaro Montero Mejía

Ennio Rodríguez

El modelo exportador. En su segunda entrega el Dr. Álvaro Montero en su crítica a mi artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas” me hace defensor del modelo de promoción de exportaciones, para luego criticarle sus limitaciones. Para ello saca de contexto una afirmación mía reconociendo ciertos éxitos de la atracción de inversiones y promoción de importaciones. Pero para empezar, no hice ninguna apología del supuesto modelo, por lo tanto, criticar lo que don Álvaro llama “modelo” no es necesariamente una crítica a mi planteamiento. Todo lo contrario, mi esfuerzo fue mostrar las debilidades y consecuencias de estos programas estratégicos, es más ni siquiera creo que se merecen el nombre de “modelo”.  Por el contrario estos programas, en ausencia de otros que los complementen, y reconociendo que se dieron abusos públicos y notorios, constituyen una de las fuentes de alimentación de las fuerzas centrífugas o disgregadoras a las que hice referencia en tres de mis artículos publicados en otro medio. Eso sí, me parece importante ir definiendo puntos de encuentro en el análisis para poder buscar elementos de convergencia en la propuesta para el desarrollo nacional.  Ante las fuerzas disgregadoras, tenemos la responsabilidad de identificar también las fuerzas de convergencia ante las demandas de rectificación del modelo de desarrollo costarricense. El esfuerzo exportador es claramente insuficiente como modelo de desarrollo y debe complementarse, como ya lo he indicado anteriormente con un mejoramiento sustancial del clima de negocios para las pymes, fortalecer los programas de encadenamientos de estas con el sector de zonas francas, mayor inversión en infraestructuras y programas sociales, y, necesariamente, una reforma fiscal, solo para plantear algunos elementos.

Deuda externa. Cuando don Luis Alberto Monge me hizo el honor de nombrarme Ministro Consejero para Asuntos de Financiamiento y Deuda Externa, hicimos un esfuerzo de demostrar cuantitativamente la incapacidad de pagar la deuda en los términos programados (para lo cual usamos un modelo de consistencia del propio Banco Mundial –BM–), trabajamos con la opinión pública, particularmente con los sindicatos e invitamos a otros países que compartían con nosotros las características de estar altamente endeudados y ser pequeños, e hicimos una denuncia, que tuvo acogida, que la comunidad internacional no nos prestaba suficiente atención, pues estaba preocupada por lo grandes deudores. Al final, Costa Rica logró abrir brecha. Recuerdo un argumento que presentamos era que los organismos internacionales no dejaban que el mercado operara. En  un sistema de mercado si dos partes hacen un mal negocio, pues tienen que asumir las pérdidas. Los préstamos fueron hechos irresponsablemente, como señala don Álvaro, pero el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros pretendían que se honraran a los precios en libros, no a los precios de mercado, los cuales ya mostraban descuentos importantes. Un argumento sin bases en lo legal y económico y se basaba en impedir que funcionara el mercado, por cuanto este no le convenía a los bancos… Finalmente, los países lograron renegociaciones de sus deudas por debajo de los precios de mercado. Costa Rica fue el primero.

El inicio de la apertura externa. Primero debo aclarar que la apertura era ineludible. La sustitución de importaciones de importaciones en el marco de Centroamérica y la exportación de bienes primarios a terceros mercados, tenía las limitaciones que Prebisch y otros en la CEPAL ya habían señalado, su tendencia recurrente a generar crisis del sector externo. Raúl Prebisch, proponente de la sustitución de importaciones, muy claramente había señalado que esta debía ser temporal y el objetivo debía ser desarrollar exportaciones industriales (incluso industrialización se planteaba en esas décadas de los sesenta y sesenta como sinónimo de desarrollo). Las crisis petroleras seguidas de la crisis de la deuda (estaban vinculadas) precipitaron y vinieron a complicar el tránsito hacia la apertura. Pero este era ineludible.

Condicionalidad cruzada. La discusión eran los términos, condiciones y características de esa apertura. Recuerdo 1985, año pre-electoral, Costa Rica enfrentaba lo que se denominó la condicionalidad cruzada, mediante la cual la renegociación de la deuda se condicionaba a un acuerdo con el FMI y a un préstamo de ajuste estructural con el BM. El FMI condicionaba su apoyo a acuerdos con los bancos y el BM, y este al acuerdo con el FMI. Nos tenían amarrados y eran en los meses álgidos de la campaña de 1986. El BM (el cual vivía los momentos más extremos del fundamentalismo de mercado) pretendía que Costa Rica hiciera una liberalización de shock a la chilena: adoptar un arancel único y uniforme para bienes finales, intermedios y materias primas, lo cual además significaba salirnos del mercado centroamericano. Las negociaciones llegaron al más alto nivel. El Presidente Monge Álvarez les indicó a los funcionarios del BM que él no pasaría a la historia como el Presidente que había destruido la industria nacional ni el mercado centroamericano. A partir de ese momento pudimos negociar una apertura gradual, en el marco del mercado centroamericano y con un importante programa de salvamento de empresas. Por eso don Álvaro, su crítica a los llamados PAEs no hace justicia a nuestra historia, particularmente al capítulo del Presidente Monge Álvarez.






Las fuerzas disgregadoras de don Álvaro Montero

Ennio Rodríguez

Me distingue mi estimado profesor don Álvaro Montero con una serie de comentarios a mi artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas”, el segundo de una serie de tres artículos míos, los cuales se dividen en tres por razones de límites de espacio en los ensayos que publican los diarios. No obstante, mis planteamientos solo se completan hasta el tercero.  Pero procedo a comentar el primero de la serie correspondiente de don Álvaro. Hago énfasis en los temas de desacuerdo, pues en muchos es más una diferencia de lenguaje que de fondo.

Fuerzas centrífugas. Las fuerzas disgregadoras de don Álvaro no son las mismas que yo planteo. Mi aproximación a la realidad difiere de la suya en el sentido de que no trato de listar aquello que no me gusta, sino que intento buscar en las tendencias de la historia social y económica, propias de la dinámica costarricense aquellas que son fuerzas de cambio potencial.  Es decir, mi método no es enfrentar una utopía a la realidad, sino intentar una aproximación haciendo uso de las ciencias sociales para determinar las posibilidades de cambio que existen o pudiesen haber existido en el pasado y no se aprovecharon. Mi motivación central es señalar que por treinta años hemos desaprovechado oportunidades y que muchas de estas aún están ahí, pero tendría que convertirse en bases de planteamientos políticos para transformar a Costa Rica en un país más desarrollado y más solidario. Sería interesante si don Álvaro nos aclara cuál es el modelo alterno a partir del cual plantea sus críticas, en particular cuál es su visión actual en la relación entre estado y mercado, de sus palabras no logro percibir un planteamiento, sino una colección de temas que no le gustan.

Para empezar, en el siglo XXI vivimos el cumplimiento de una de las predicciones centrales de Karl Marx, que el capitalismo llegaría a ser el modo de producción dominante, eso es lo que interpreto don Álvaro llama “las fuerzas corporativas de la globalización”.  Con esto quiero decir que puede ser que nos guste o no nos guste el capitalismo, pero este es el modo de producción dominante y ni Costa Rica ni   economía alguna del planeta es ajena a sus fuerzas. Incluso China ha adoptado lo que pareciera ser una variante de capitalismo de estado liderada por el propio Partido Comunista auto-reformado.  A partir de esta realidad, se pueden construir las opciones que mediante la política nacional se pueden conformar para mitigar efectos indeseables de esas fuerzas globales y también tomar ventaja de las oportunidades que puedan brindar, pero no podemos ser ajenos a esas fuerzas.

En ese marco, he criticado el patrón de crecimiento costarricense (más extensamente desarrollado en un artículo anterior “Nuestras oportunidades perdidas” miopinioncr.blogspot.com/2012/06/nuestras-oportunidades-perdidas.html), el cual ha privilegiado excesivamente a las empresas de zonas francas, no critico que se atraigan, por cuanto la tecnología y el acceso a mercados de punta, requiere de la presencia de las empresas trasnacionales. Pero sí cuestiono que a las pymes y en general, a las empresas que producen para el mercado nacional y centroamericano, no se les han creado condiciones adecuadas de competitividad, con lo cual se ha fomentado indirectamente el surgimiento de un sector informal. Lo cual no equivale a plantear con Rodolfo Cerdas que existían posibilidades para pensar que la industrialización basada en la burguesía nacional podía dar pie a un frente popular anti-imperialista y lograr un desarrollo auto-centrado como lo recomendaban planteamientos en boga en la década de los setenta. Esa opción no simplemente no existió. El proceso de transnacionalización de la producción ya había empezado. No  es válido criticar el pasado a partir de opciones inexistentes.

También cuestiono que no se haya logrado una reforma fiscal que modernice el sistema tributario y distribuya más equitativamente las cargas, y esto incide centralmente en el problema de concentración de riqueza que estamos viviendo, lo cual es un factor disgregador evidente, además de limitar las capacidades de inversión pública en infraestructura y en programas sociales. Un planteamiento progresista tiene que incluir una reforma fiscal para potenciar el crecimiento vía la inversión pública y la redistribución vía impuestos y, principalmente gastos sociales.

El ser costarricense. Discrepa don Álvaro de mi interpretación del ser costarricense para lo cual hace dos argumentos que no contradicen mi planteamiento. Se refiere primero a la Generación del Olimpo de finales del siglo XIX que abraza el libre cambio y establece las bases del estado liberal. Esa generación logró ese salto cualitativo en el desarrollo nacional en el marco de esa mentalidad prevaleciente. Igualmente los reformadores del siglo XX Manuel Mora, Monseñor Sanabria, Rafael Ángel Calderón Guardia y José Figueres, para mencionar solo los principales líderes, nuevamente se elevan de su medio y logran plantear y concretar reformas visionarias. Pero esto no cambia el modo huraño y desconfiado de los ticos. Remito a observadores agudos como don Constantino Láscaris, quien ahondó en el tema.

El papel de las instituciones. Confunde don Álvaro periodos y método de análisis cuanto me critica por mi referencia a la teoría de la modernización de Max Weber, aplicada a Europa del siglo XIX (Economía y Sociedad y Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo) cuando la aplica para describir, lejos de mis intenciones, al capitalismo contemporáneo. El planteamiento de Weber lo traje a colación por cuanto si bien no agota el tema del desarrollo, sí establece uno de sus requisitos: el desarrollo de una marco legal e institucional de convivencia, las bases para el contrato social de Rousseau. Toda sociedad que logre desarrollarse debe cumplir con este tránsito. Mientras el neoliberalismo pone el énfasis en la liberalización de los mercados, yo pongo gran énfasis en el desarrollo legal e institucional. Desde luego que este análisis no pretende ser válido como descripción del capitalismo desarrollado contemporáneo como pretende don Álvaro. A este lo caracterizaría por la internacionalización de la producción y de los movimientos financieros, el capital ganó la partida en el conflicto entre trabajo y capital. Por primera vez en la historia, el capitalismo es el modo de producción dominante. Como dijo Warren Buffet: “Es lucha de clases. Mi clase está ganando pero no debería”. Por su parte, la economía política de los abusos que desembocaron en la Gran Recesión de 2008-9 y su manejo posterior es elocuente en cuanto a la impunidad y beneficios desmedidos del sector financiero. Pero esto no descarta que ocurren en un marco de respeto a la legalidad de parte de la sociedad en general y, en particular, de las clases medias que bien describió Weber, y que se constituye en uno de los desafíos para los países subdesarrollados: el desarrollo de instituciones eficientes y de marcos de convivencia basados en la legalidad. A eso hacía referencia a partir de mi preocupación de identificar condiciones necesarias para el desarrollo nacional.