Toda ocasión que nos presenta la vida es una posibilidad de aprendizaje
La vida es una escuela donde primordialmente se aprende a ser feliz, a estarse preparado para recibir el gozo intenso que arrebata de manera furtiva y se expande en el corazón en oleadas de ternura que todo lo invaden, y las más de las veces, para conocer la paz o quietud, la cual tormentas o torbellinos externos pasan sin impactar esa serenidad interna. Una definición tal no requiere de aceptaciones teológicas o filosóficas. Si estamos vivos, es preferible disfrutar esta vida con todos sus misterios.
Ahora bien, toda ocasión que nos presenta la vida es una posibilidad de aprendizaje. Por el contrario, intentar negar el discurrir de la vida, es fuente de sufrimiento. De tal manera que en la aceptación de lo incontrolable se conoce la quietud; en su rechazo, la ansiedad, el miedo o la ira. Disfruta la vida quien se desprende interiormente de los factores, pensamientos o emociones, asociados a la ansiedad, miedo, ira o deseos de posesión y vanidad. El desprendi- miento es secreto de la felicidad; y la vida, con sus vericuetos, una escuela de mayor desprendimiento. Como siempre es posible un desprendimiento más profundo, también de disfrutar una mayor felicidad. Es decir, ¡nunca se termina de aprender! Vista así, la vida hay que vivirla, pero absorbiendo sus enseñanzas.
No es necesario recibir golpes de la vida para aprender. Aunque las sorpresas de la vida son inevitables, existen caminos para la enseñanza de menor costo. Estos métodos permiten un aprendizaje activo, sin esperar a los golpes del destino. Así se puede aprender a ser más felices más rápidamente. Uno de estos caminos no es otro que la recomendación de Sócrates, de conocerse a uno mismo, conocer las fuentes de la ansiedad, la vanidad, el miedo, ira o cualquier emoción negativa. En ese conocimiento se puede tomar distancia de esas reacciones instintivas, hasta reconocerse como independiente de esas reacciones. Desde luego que las prácticas contemplativas y meditativas, tanto cristianas como orientales, ofrecen técnicas para trabajar en estos procesos y las hay con fundamentos teológicos o agnósticos. En definitiva, el silencio es el mejor maestro. En el silencio la conciencia puede lograr niveles de comunión o aprendizaje místico, eso sí, solo si se logra silenciar al buscador de la experiencia.
Verdad, belleza, compasión. Otros caminos de la felicidad tienen que ver con la búsqueda de la verdad, la belleza y la práctica de la compasión. Abiertos estos caminos a todos, sin embargo, en general, las personas tienden a ser más efectivas en uno de ellos que en los otros. La práctica de la compasión pone al otro en primer lugar y permite silenciar al niño interno que todo lo quiere para sí. Quien practica la caridad sin divagar, rompe con sus temores, y puede experimentar verdaderamente mayor dicha en dar que en recibir. La Madre Teresa sería un claro ejemplo de quien practicó y creció haciendo de la compasión un ejercicio constante. Algunas de las fotos disponibles muestran el gozo que la invadía, por ejemplo, cuando recuperó a un bebé de un basurero. Trascendencia en el amor al prójimo.
Otros encuentran más fácilmente su silencio en la búsqueda de la verdad filosófica o científica. Su concentración y conexión con el objeto de estudio puede provocar un silencio que borra las fronteras y se emancipa de las fuentes de infelicidad. La autobiografía de Einstein, en sus reflexiones sobre la energía, muestran su gozo en la comunión con el objeto de estudio que dejó de serlo para convertirse en una sola realidad con su conciencia participante.
Los artistas, en la búsqueda o expresión estética, pueden conocer el silencio transformador y transportador a niveles de gozo insospechados. Las fotos de la bailarina Ana Pavlova muestran ese gozo mientras lograba equilibrios y desplazamientos desafiantes de la gravedad, pero expresando con su cuerpo, armonías y sintonías con la melodía fruto de una realidad estética más profunda solo expresable por el arte y el artista consumado.
Los caminos del silencio son varios y se adecúan de manera distinta a cada persona, pero son todos caminos de la felicidad. Los caminos del silencio son la escuela activa de la vida.
La Nación, 24 de marzo de 2012