miércoles, 22 de diciembre de 2010

Nuestra Caja

Debemos cuidar y fortalecer nuestra Caja, es la joya y pilar de la democracia social


Los habitantes de este país tenemos acceso a servicios médicos y hospitalarios de primer orden. Este es un activo nacional invaluable y un baluarte de la solidaridad real, expresada como oportunidades de salud para todos.

Ingresé al Servicio de Emergencias del Hospital Calderón Guardia con dolor en el pecho. Lo que siguió fue una cadena de aciertos médicos que probablemente salvaron mi vida; pero también experiencias humanas que se quedarán conmigo.

Luego de determinar que no se trataba de un infarto, me dejaron en observación. Durante esas largas horas de espera, me senté al lado de una persona amable. Hicimos una amistad rápida y fácil. Hablamos de todo, de política, del servicio público, de economía, la familia, de la vida, los hijos, en fin, una conversación amena y tranquila, mientras nos hacían electrocardiogramas y otros exámenes. Ninguno de los dos fue dado de alta. Nos dejaron internados para más exámenes y observación. Esa noche fue la última de Mario. A pesar de la mejor atención médica, tuvo dos infartos fulminantes. Su esposa, Ana Virginia, conversa frecuentemente con mi esposa Gloria.

Había una explicación confirmada de mi dolor de pecho: una esofagitis.

Sin embargo, los médicos no se dieron por satisfechos, a pesar de resultados negativos de múltiples exámenes. Finalmente, un medio de contraste radioactivo, mediante un “scan”, dio positivo. Un cateterismo permitió el diagnóstico certero, tres arterias coronarias bloqueadas. Recomendación: bypass triple.

En la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) tuve varias experiencias positivas, en contraste con mis experiencias hospitalarias en otros países. Destaco la presencia médica permanente y visitas periódicas de equipos de especialistas rodeados de sus estudiantes avanzados, diagnósticos y estrategias en revisión constante; y la cantidad de enfermeras, asistentes y auxiliares, quienes en definitiva son los que curan, pero lo más sorprendente, su trato humano, buen humor y disposición al servicio. Cuando se padece dolor y mucho malestar, esto valora todavía más que en otras circunstancias.

Amistades. Cuando ingresé a la UCI conocí a Pastor, quien estaba próximo a irse a su casa en Guápiles, iba adelante en el mismo proceso que yo apenas iniciaba y amablemente me guió y dio consejos sobre lo que me esperaba. Hicimos amistad, como también lo hicieron nuestras familias. Ahora nos hablamos por teléfono para comparar notas sobre la evolución de nuestra salud. Tenemos pendiente visitarnos a nuestras casas a tomarnos un cafecito.

Conocí mucha gente especial. Las hermanas Montoya me prestaron un vestidito que había engalanado a nuestra Virgen de los Ángeles para que me acompañara la noche anterior a mi operación. Su hermano había sido operado dos días antes que yo.

Acudí a mi primera visita a consulta externa luego de la operación. El esfuerzo de llegar hasta los consultorios me dejó descompuesto. Un señor, también de apellido Rodríguez, al verme, le preguntó a Gloria si yo había sido operado de corazón, como él. Tres meses después, ya manejaba su propio carro. Nos contó su caso. También le descubrieron una enfermedad coronaria asintomática como la mía a raíz de un malestar que sintió. Evidencia de que los aciertos de diagnóstico como en mi caso, no son extraordinarios, sino que se repiten en este centro hospitalario gracias a la calidad de sus médicos y equipos.

Debemos cuidar y fortalecer nuestra Caja, es la joya y pilar de nuestra democracia social.

La Nación, 3 de mayo de 2010