Desde luego que medir el desarrollo es sumamente complejo. En este artículo, utilizo la medida más simple, el ingreso per cápita, la cual es fuerte para medir tendencias, permite comparaciones, pues las metodologías de cálculo, con todas sus limitaciones, son comparables y está fácilmente disponible. El desarrollo entonces podría definirse como un proceso de convergencia de un país o región hacia los niveles de ingreso per cápita de los países desarrollados. La divergencia creciente denotaría un mayor subdesarrollo y también sería posible una situación de estancamiento en la cual es país no modifica su situación relativa.
Para medir al conjunto de países desarrollados, se puede tomar a los miembros de la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo (OCED), excluyo deliberadamente a México y a Corea de esa asociación. Si se compara el PIB per cápita de Costa Rica con el promedio para los países de la OCED, y se utilizan promedios por década para evitar movimientos de corto plazo, resulta que el PIB per cápita de nuestro país representaba alrededor del 18% del promedio de la OCED en las décadas de los sesenta y setenta y se mantiene alrededor del 15 % en las tres décadas siguientes. Es decir, Costa Rica mantiene una situación de estancamiento en los últimos treinta años y una divergencia si se consideran cincuenta años. En todo caso, no hay evidencias de convergencia. Es decir estamos estancados en nuestro subdesarrollo.
Otros países de América Latina han vivido una situación más dramática. Argentina pasó de superar el 50% del ingreso per cápita promedio de la OCED en la década de los sesentas a menos de 30% en la presente década. Venezuela, por su parte, cae de superar también el 50 % en los sesenta a alrededor de un 18% en la década del 2000. Chile, que presenta una de las mejores tasas de crecimiento de la región, muestra una pequeña tendencia hacia la convergencia en las últimas cuatro décadas; no obstante, apenas logra recuperar la posición que tenía en los años sesenta, todavía por debajo del 20%.
En resumen, ni Costa Rica, ni los demás países de América Latina, evidencian un proceso de convergencia sostenido hacia los niveles de ingreso de los países desarrollados. A pesar de todas las reformas implementadas, de diverso signo ideológico, la región latinoamericana no logra acelerar su paso hacia el desarrollo, mientras que algunos países incluso aumentan sus niveles de subdesarrollo relativo.
La convergencia es posible. Un grupo de países, pobres en los años cincuenta, han vivido procesos de convergencia. Esto es, han logrado tasas de crecimiento sostenidas significativamente superiores (más de 10%) a las de los países ricos. Incluye países tan diversos como Corea, Malasia, Singapur, España, Irlanda y Finlandia.
Las interrogaciones son muchas y se imponen: ¿qué hemos hecho mal? o ¿qué hemos dejado de hacer?, entre otras, y serán motivo de futuras reflexiones.
La Nación, 23 de setiembre de 2010