lunes, 14 de mayo de 2012

Europa: el péndulo del problema




La realidad europea es compleja. Las respuestas actuales no parecen comprender esa complejidad. Son respuestas de antaño, divididas en dicotomías: austeridad vs. keynesianismo; flexibilidad de los mercados laborales vs. protección de los derechos de los trabajadores; y consolidación fiscal vs. defensa del Estado benefactor, entre otras. Estas dicotomías corresponden, en alguna medida, a las ideologías prevalecientes. Los conservadores o derecha defienden austeridad, flexibilización de los mercados laborales y la consolidación fiscal; mientras que los socialistas (en el sentido europeo del término, social demócratas en América Latina) o de izquierda, presentan una plataforma de gasto fiscal keynesiano, protección de los derechos de los trabajadores y una defensa del Estado benefactor. Las elecciones parecen estar condenadas a un péndulo donde sucesivamente fallan los gobiernos de izquierda, los votantes oscilan hacia la derecha, quienes tampoco logran aumentar el bienestar y el péndulo electoral tendería a castigarlos nuevamente. Con el tiempo, como empieza a pasar en Grecia, el caso más agudo, empieza el descrédito de socialistas y conservadores y a fortalecerse las posiciones más extremas, con lo cual, las posibilidades de gobernanza se complican aún más. Pareciera que la realidad desbordó a las ideologías en más de una dirección. Las soluciones óptimas probablemente requieren una combinación de posturas, por ejemplo, en algunos casos, keynesianismo con flexibilización de mercados laborales y racionalización del Estado benefactor. Los partidos de izquierda o de derecha se inhiben de hacer tales planteamientos so pena de alienarse de sus propias bases. Se plantea así un desafío político interior a los países de superar ideologías y de reconstruir una base de apoyo a programas ideológicamente heterodoxos.

Pero la complejidad es mayor. Salvar la Unión Europea requiere hoy caminar contra los principios filosóficos de su construcción hasta la fecha. Los europeos han promovido un proceso de convergencia de las políticas económicas, así como de armonización regulativa en el marco de Maastricht. Lo segundo mantiene validez para aumentar la eficiencia en el intercambio interior. Pero, en estos momentos, lo más conveniente puede ser la divergencias fiscal. Mientras que los países superavitarios del norte deben expandir su gasto, los del sur deben más precavidos. El pacto fiscal vigente, con su receta talla única y universal, basada en Maastricht y la austeridad, está llevando a toda la Unión a una nueva recesión. Este es un desafío político para la Unión: permitir y promover la divergencia sin entrar en una crisis de identidad.

Más controversial aún, los países en problemas debieran tener la opción de devaluar su moneda para reconstituir condiciones de competitividad. La situación actual de mantenerse en la eurozona y tener que hacer el ajuste solo por la vía de la contención del gasto parece condenado al fracaso político. Ahora bien, abandonar el euro, no puede ser excusa para no acompañar la devaluación de un programa de ajuste, que si bien no comprima el déficit a las velocidades programadas actualmente, sí se plantean introducir mayor flexibilidad en los mercados laborales y una revisión de los alcances del Estado benefactor.  Desafío tanto interior como de la Unión.

En definitiva, en primer lugar, existe un problema analítico. Es difícil para muchos ver de frente la realidad. La mayoría sigue anclada en las ideologías históricas y, tras esos cristales, no logran comprender las consecuencias de un mundo globalizado en sus flujos financieros y comerciales, y, en particular el desafío de competitividad que presentan China e India y otros como Brasil y Sur Corea por un lado, y la flexible economía de Estados Unidos por el otro. Para los defensores de la Unión Europea también es difícil entender que la ideología de la convergencia y de la unión monetaria no se corresponde con la diversidad estructural de las economías de la Unión en el marco de los desafíos que plantean las amenazas de una segunda recesión y la competencia internacional. En segundo lugar, existe un problema político. Las respuestas ideológicas nacionales y de la Unión, al haberse erosionado la realidad para la cual fueron desarrolladas, ofrecen respuestas sin correspondencia con los problemas a resolver. Los partidos políticos siguen respondiendo en gran medida a esas ideologías y naufragando en las urnas, las cuales sucesivamente castigan a los gobernantes de turno.

Europa no puede continuar con su implosión económica causada por su parálisis cognitiva y política. La cuna de las ciencias y del Renacimiento no le pueden fallar al mundo.